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viernes, 11 de abril de 2014

Amanecer de gangsters


La velocidad a la que ha renunciado César Álvarez a su candidatura reeleccionista es sugerente. Lo anunció el día cinco, y dijo que lo hacía para que no le atribuyeran más atentados. El día seis hubo otro atentado contra uno de sus rivales políticos. ¿Cuál es la lógica de todos estos crímenes de tan alto perfil? ¿Cuál es la lógica de la renuncia? Es claro que casi todos los crímenes han beneficiado al presidente regional, al silenciar denuncias por corrupción y despejar del camino a competidores electorales. El anuncio de una renuncia a reelegirse estaría buscando mitigar esta generalizada percepción. Pero los crímenes se produjeron todos cuando él sí deseaba reelegirse. Todos menos uno. El atentado del domingo seis contra Juan Calderón, otro denunciante de Álvarez, ya no aparece como un crimen “electoral-regional”, sino como algo más amplio.

Como lo sugiere el titular de este diario al día siguiente, sería el golpe de una mafia. Calderón sindica a una de las que ahora florecen en la construcción. La diferencia parece de detalle, pero podría no serlo. Es la diferencia entre un político que está al control del juego delictivo en su región y un político que está subordinado a un sistema de crimen organizado que ve en él a su principal activo. En otras palabras, el asunto es hoy si Álvarez puede detener la ola de atentados o no. Detrás de eso una segunda pregunta, más importante para el mediano plazo: ¿está el crimen organizado en condiciones de reconstruir instituciones regionales a la medida de sus intereses, es decir a su imagen y semejanza? Los nueve asesinados, más los centenares de atentados y amenazas en Áncash no parecen el método de un político ambicioso. Ni siquiera parecen el método de un político inescrupuloso. Pues ese uso desbocado de la violencia le pasa la factura a un político más temprano que tarde. En cambio para una red mafiosa ya instalada, los políticos son activos transitorios, fáciles de arrinconar y reemplazar llegado el momento. Desde un mototaxista hasta un presidente regional. Fijarse en las personas está bien, pero más importante es no perder de vista las organizaciones. El comandante de la armada colombiana acaba de declarar que las FARC no solo son la mayor organización dedicada al narcotráfico, sino también a la minería ilegal. Una tercera pregunta: ¿Es el gobierno regional hoy el articulador del crimen organizado ancashino? El país podría, finalmente, estar al borde del descubrimiento de una suerte de modelo con capacidad de ser replicado en aquellas regiones donde el crimen organizado pesa más que las instituciones. Sin duda combatirlo exige magistrados y policías. Pero a estas alturas ya empiezan a ser indispensables los estrategas de todo tipo.

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