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domingo, 8 de junio de 2014

Falseando la realidad, por Fernando Rospigliosi

No hay que dejar pasar impunemente las mentiras del presidente y sus funcionarios

El presidente Ollanta Humala en la entrevista del domingo pasado. (Foto: Andina)


Fernando Rospigliosi
  • Fernando Rospigliosi
  • Analista político


El presidente Ollanta Humala falsifica la realidad e inventa cifras con todo desparpajo. En la entrevista del domingo pasado, con Rossana Cueva y Augusto Álvarez Rodrich, dijo que el 95% de las denuncias que se presentan a la policía se resuelven.

Esa es una cifra inventada que no tiene ningún sustento. Para empezar, las personas que denuncian haber sido víctimas de algún acto delictivo son una pequeña minoría. Según el Informe Técnico del INEI de diciembre del 2013, es el 13,7%.
Como en sus últimos boletines el INEI ya no publica el porcentaje de ciudadanos satisfechos con los resultados de su denuncia, hay que ir un poco más atrás. En su boletín de marzo del 2013, el INEI precisa que el 12,3% denunció un hecho delictivo, el 5,5% obtuvo resultados positivos (Estadísticas de Seguridad Ciudadana, N° 3).

En síntesis, según las encuestas del ente oficial, la cifra presentada por el presidente de la República no tiene nada que ver con la realidad, solo un 5,5% está satisfecho con el resultado de su denuncia. Pero acostumbrado a mentir con éxito, Humala exhibe sus datos ficticios con toda desvergüenza.

Siguiendo ese camino, el ministro del Interior, Walter Albán, también fabrica cifras que provienen de su arrebatada imaginación. En una entrevista con Mariella Balbi publicada el lunes pasado en El Comercio, Albán inventa un concepto desconocido hasta ahora en el país, la “tasa de crecimiento de la criminalidad”. Y luego presenta cifras absurdas que carecen del más mínimo sustento.

Dice que la “tasa de crecimiento de la criminalidad” era baja hasta el 2009, el 5%. En el 2012 era de 23%, y ahora ha caído al 5%. 
Al parecer el ministro del Interior es víctima de peligrosas alucinaciones, probablemente el mismo trastorno que lo llevó a inaugurar hace poco los bloqueadores de celulares en la cárcel de Trujillo, a pesar de que los funcionarios del penal le habían advertido que no estaban trabajando bien. Al final el congresista José León lo dejó en ridículo –también al primer ministro René Cornejo, que se sumó alegremente a la comitiva–, llamándolo por celular desde la misma cárcel.
La “tasa de crecimiento de la criminalidad” no existe en el Perú. Hay cifras sobre robos, extorsiones, homicidios, etc., pero no la que menciona el ministro.

La tasa de homicidios es uno de los guarismos que también han sido burdamente falsificadas por este gobierno. Hasta el año 2011 se usaban los datos de la fiscalía, y era de 24,1 por cien mil habitantes. En el 2012 el Gobierno la bajó artificialmente a 9,4 por cien mil habitantes, usando datos de la policía, y al parecer el 2013 la ubicarán en 6,5.
¿Quién puede creer que los homicidios están disminuyendo en los últimos años? ¿Quién puede creer que la tasa de homicidios en el Perú es similar a la de Chile o Uruguay, países mucho más seguros y que no tienen el fenómeno del sicariato?

Los únicos que creen en esas cifras son los que las han inventado y que al parecer viven en una burbuja, en un mundo irreal, distinto al que habitamos los peruanos.
El desprecio con que el presidente se refiere a los ciudadanos de a pie es también impresionante. Como para él todo es un asunto de percepciones equivocadas, no tiene empacho en insultarnos: “Pueden pasar 100 años y la gente puede seguir sintiéndose insegura”. Así, para Humala somos un hato de borregos que nos dejamos manipular por medios de comunicación diabólicos que nos hacen creer que hay una crisis de la seguridad, cuando en realidad vivimos en el mejor de los mundos, con “tasas de criminalidad decrecientes” y con ciudadanos felices porque la policía resuelve satisfactoriamente todas sus denuncias.

No hay que dejar pasar impunemente las mentiras del presidente y sus funcionarios. Lo menos que podemos exigir es que el Gobierno esté en condiciones de mostrar estadísticas confiables. Si no existen o las adulteran para tratar de engañarnos, ¿cómo se pueden establecer políticas de seguridad adecuadas? ¿Cómo se hacen planes y se determinan prioridades sin tener siquiera una idea aproximada de lo que está ocurriendo?

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