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viernes, 26 de julio de 2013

22 de julio, lima. foto: colectivo dignidad.

Ir más allá de la repartija

Las protestas ciudadanas: límites y posibilidades

Publicado: Hace 22 horas
Hablemos de las protestas contra la “repartija”. Sin duda tienen como detonante la elección de los miembros del TC, la DP y el BCR, una elección que evidenció uno de los más groseros arreglos políticos, del que ya se ha escrito bastante y cuyo olor a podrido nos ronda todavía.
No obstante, considero que tales protestas están lejos de expresar solo una manifestación en defensa de la institucionalidad.

Dudo que detrás de ellas haya un razonamiento tan complejo como que el Tribunal Constitucional es un órgano autónomo que debería tener magistrados intachables para que velen por el cumplimiento cabal de la Carta Magna. Repartija hubo el 2007 y no se dieron estas protestas.
Mi impresión es que el significado político que tienen las manifestaciones trasciende largamente la coyuntura, aunque, por supuesto, éstas parten de ella. ¿Qué caracteriza, entonces, a las protestas que se han dado en Lima el 17 y el 22 de julio, y que continuarán mañana, sábado 27? ¿Qué posibilidades presentan para una transformación profunda del país?

No pretendo ser exhaustivo en el análisis y soy consciente de la enorme limitación de analizar la trascendencia de un proceso mientras este transcurre y el que analiza está directamente inmerso. No soy un analista neutral y puro. Pero sí es posible identificar algunos puntos inmediatos, útiles para la comprensión y, por supuesto, también para la acción.

Algunos límites: espontaneidad, poco arraigo popular e indefinición

Las protestas hasta ahora han tenido un alto grado de espontaneidad, han expresado sobre todo la voz de un sector informado de jóvenes en su mayoría de las capas socio-económicas medias con educación superior, y las demandas que en ellas se han enarbolado son de lo más diversas, aunque existen algunos puntos en común que comentaré en breve.
Este carácter espontáneo y juvenil de estrato medio es importante para entender los límites y las posibilidades de este proceso.

Espontaneidad y débil organización
Uno de sus principales límites es la poca organización. Hasta el momento nadie puede reclamar con cierta legitimidad la representación del proceso.
Ha habido valiosos intentos por darle algo de forma a las acciones de protesta y evitar el desorden (que es fortaleza por su imprevisibilidad, aunque representa debilidad por las facilidades que da a la represión), pero hasta el momento no se ha conformado algún comité o coordinadora que agrupe siquiera a todas las organizaciones, pequeñas y grandes, que han participado, y ni qué decir de los no organizados.
Aquella es una debilidad pues solo a partir de cierto nivel de organización es posible que la amorfa protesta trascienda la indignación directamente asociada a la coyuntura, posicione un mensaje claro y logre que el poder que emana de miles de personas en la calle se convierta en una correlación de fuerzas que marque un punto de inflexión en el escenario político.
Sin organización es difícil afrontar los costos de la acción colectiva y la inestabilidad política puede ser aprovechada por intereses ajenos a los manifestantes.
No quiere decir eso que cualquiera pueda arrogarse la representatividad de la protesta exitosamente, pero los efectos de éstas en el escenario político pueden ser aprovechados por quien sepa jugar mejor sus cartas.
Claro, a menos que se geste alguna representación política social que defienda el verdadero carácter del proceso y dé forma a posibles vínculos con la escala política electoral. Urge caminar en esa dirección, y rápido.

Cuidado con el APRA y el juego de los medios de comunicación
Ya vemos al APRA al acecho, y no es gratuito que los medios de comunicación, que siempre han acusado de anti-sistema y violentista cualquier manifestación, ahora den una cobertura especial a las movilizaciones.
¿Qué ganan los medios? Ganan poder de negociación frente al gobierno, que está arrinconado y casi sin aliados.
Eso lo ganan los medios y los sectores de los que son aliados.
Si a esta crisis política sumamos la desaceleración del crecimiento del PBI, la fuerte presión empresarial por beneficios extraordinarios de corto plazo y las componendas políticas pre-electorales, no extrañaría que luego del 27 y el 28 se acuse a las protestas de estar politizadas pero, a la vez, de expresar una advertencia ciudadana por que el crecimiento se recupere y el Ejecutivo siga el libreto que le pone la CONFIEP y el FMI.

Protestas juveniles, limeñas y de capa media
Otro límite –aunque a la vez posibilidad, como veremos- de estas protestas es su carácter juvenil de capa media. Las manifestaciones de estos días de julio no han llegado a conectar con los intereses de sectores populares: trabajadores asalariados, trabajadores independientes o auto-empleados, organizaciones de base como vasos de leche, comedores populares o juntas vecinales, etc.
Asimismo, este proceso no ha tenido importantes réplicas a nivel regional. Hasta el momento es un fenómeno fuertemente limeño. Ha habido acciones en algunas regiones, pero estamos lejos de ver una conexión directa con las agendas regionales.
Eso es importante tenerlo en cuenta pues si se aspira a posicionar un discurso nacional, es necesario que las vivencias desde las que éste se elabore comprendan un espectro más amplio.
La forma en que se viven las contradicciones de esta democracia –uno de los mensajes centrales de las protestas- no es la misma si uno es estudiante universitario en Lima que si uno es un trabajador agrícola o un comunero que se defiende de los intereses mineros por quitarle tierra y agua; o si, viviendo en Lima, es un auto-empleado que vende lo que puede de forma ambulante para mantener a la familia.

De límites a posibilidades, pero eso paso no es espontáneo

Este proceso de protesta ciudadana contiene importantes posibilidades para una transformación profunda del país. Como es común en política, muchas de estas posibilidades yacen latentes ya en sus debilidades.
Una de ellas es su carácter espontáneo y diverso. Cualquiera que haya estado en alguna de las dos protestas realizadas puede haber sentido la frustración acumulada de mucha gente. Una impotencia mezclada con rabia. La repartija rebalsó un vaso lleno de indignación; indignación que se mantenía pasiva pero que dejó de guardarse para la casa y salió a la calle.

¿Democracia o eufemismo?
¿En qué radica esa indignación? Mi impresión es que radica en la enorme distancia entre discurso y realidad. Se nos repite todo el tiempo que vivimos en democracia, que es necesario fortalecerla y que el Perú está creciendo en beneficio de todos. Pero la realidad es inmensamente diferente al optimismo orgiástico de la elite económica y política.

La democracia que vivimos se encuentra profundamente limitada por la estructura de poder que la subyace, que se constituyó durante la dictadura de Fujimori y que se mantiene hasta hoy.
Esa estructura de poder tiene en la cúspide a grandes capitales, transnacionales en primer término y en seguida nacionales. Y aun si aceptáramos que las principales fuerzas políticas no siguen directamente sus mandatos, es claro que han aceptado manejarse dentro de los límites que sus intereses han trazado.
Así, desde Fujimori hasta la fecha, todos los elegidos a la presidencia han seguido el programa de los perdedores, han reprimido las protestas a pesar de que la Constitución reconoce el derecho a manifestarse en el espacio público y han tenido como primera prioridad el crecimiento y la promoción de las inversiones.

Los derechos fundamentales de las personas a una vida digna han quedado en último lugar.
¿Cuántos en el Perú tienen un salario que alcance, acceso a un servicio de salud que evite que un familiar se nos muera de alguna enfermedad curable, una educación de calidad y gratuita, información libre y no controlada por un puñado de empresarios que imponen su línea editorial, etc.? Si la respuesta es que solo una ínfima minoría, entonces esta democracia es una farsa.

Las protestas apuntan pues al centro de las contradicciones del modelo económico-político vigente: la democracia se ha convertido en un ofensivo eufemismo que pretende legitimar una captura grosera del país por parte de unos cuantos grupos empresariales y sus redes de poder asociadas, expresadas en nodos corruptos, de representación política y de formación de opinión.

Recuperemos el país, pero eso no se dará por sí solo 
Por eso una de las consignas con mayor potencial para tender puentes con otras demandas y vivencias, considero que es “recuperemos el país”.
El pueblo peruano no gobierna el Perú, y por eso recuperar el país es recuperar también el sentido original de la democracia.

El sentido de la consigna hace posible organizar las indignaciones, transformarlas en acción y vincularlas con los sectores populares a nivel nacional, que sufren las peores consecuencias de esta captura.
Pero eso no se hará de forma espontánea.

Requiere que las protestas juveniles logren constituir un actor que pueda ser un interlocutor con otros sectores organizados como los gremios obreros y campesinos, los frentes de defensa, las organizaciones de base, los colectivos urbanos, los artistas, los intelectuales, los pueblos indígenas, los movimientos feministas y LGTBI, los estudiantes universitarios y de institutos, etc.
Re-constituir la organización social. Posicionar un mensaje que convierta en acción la indignación. Movilizar la ciudad capital, sostén de la dominación actual. Señalar directamente a los grupos de poder que impiden nuestra verdadera soberanía.

Si logramos todo eso, estamos transformando profundamente la estructura de poder actual, que necesita una sociedad civil desorganizada, individualista y sumisa.
Esta es una gran oportunidad para comenzar a cambiar el país desde abajo, desde la gente y para construir con decisión una identidad generacional que tenga como uno de sus principales contenidos la convicción de no permitir más mentiras, abuso e injusticias.

Las decisiones que se tomen en estos días en esa dirección, serán determinantes. Caminemos en esa dirección con la madurez y la apertura que el proceso amerita. Mañana, sábado: toma la calle. Seamos masivos y organizados.

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