La vida del Padre José: 50 años al servicio de Dios
Textos:Gonzalo Horna ghorna@grupoepensa.pe |Fotos:Luis Chupillón
Sandalias
modestas, chompa casera y pantalón de tela. A este hombre que aún
combina las palabras en ingles con las del español, siempre lo acompaña
una sonrisa sincera. A pesar del "problema" de su lengua materna, le
gusta conversar mucho. La humildad y sencillez saltan a la vista con sus
palabras y su forma de expresarse. Al padre José Francisco Hayden quizá
le faltan minutos para contar las experiencias que ha vivido en estos
50 años de ministerio y que hoy celebra en compañía de los fieles de la
parroquia "Santa Rosa de Lima" situada en el asentamiento humano "San
Pedro".
Viene de Estados Unidos, tiene 75 años. Pastorea a los fieles del "rojo" San Pedro desde 1993 y la renuncia, a pesar que ya lo puede hacer, no está en sus planes. Sabe que harán algo especial para celebrar su aniversario, pero él asegura que no ve la cantidad de años y los méritos que haya logrado en todo este tiempo. Hace un alto en las visitas a ancianos y enfermos que tenía programados para esta mañana, para dialogar un momento con Correo.
EUCARISTÍA DETERMINANTE. El padre José, como todos en el convulsionado barrio "San Pedro" lo conocen, ejerce su labor por servicio a Dios, pero más que eso - luego de escucharlo - diríamos que vocación es lo que más le sobra.
Desde muy pequeño su vida estuvo rodeado del "clima" católico. Recuerda mucho la persecución que los protestantes de esta religión en su pueblo natal - al que el describe como "una pequeña chacra"- recibían por parte de protestantes y personas ateas. Pero no fue hasta los 8 años cuando sintió el llamado de Dios.
"Estaba en una eucaristía, participé y después de eso sentí el llamado de Dios, lo sentí mucho más cerca", narra.
Después de esa experiencia, que aún recuerda ahora que tiene 75 años, le encontró "el gusto" a las actividades de la parroquia. Más que eso, supo que su vida era el oficiar misas, dar amparo espiritual y hacer el bien común, es decir cumplir con representar a Cristo en la tierra.
"Siempre recuerdo a un padre alemán quién fue el que me bautizó cuando era pequeño. Él ha sido mi inspiración y modelo para servir al señor. Cuando decidí que quise ser padre, siempre anhelé ejercer mi labor como él", señala.
A los 14 años empezó a prepararse para el llamado que Dios le había hecho, el cual vino con un "regalo" debido a su obediencia. Su padre terrenal tenía serios problemas con el alcohol. No le avergüenza decirlo. Al contrario se enorgullece al contarlo, porque sabe que el cambio de ese estilo de vida desordenada de su progenitor, tiene el sello del Dios al que ahora dedica su vida.
"Yo lo tomo como un regalo. Cuando empecé con esto, mi padre dejó de tomar. Creo que es la obra de Dios", sostiene.
CLASES DE HUMILDAD. A este párroco no le gusta hablar mucho de su labor de proyección social. "Mi labor es netamente espiritual, no trabajo social", dice con una sonrisa un tanto vergonzosa. Y como para que pueda entender mejor su respuesta agrega : "Tengo muy presente ese precepto 'de que lo que da tu mano derecha, no lo sepa tu izquierda'. No trabajo en base a cifras o para reconocimientos. Yo estoy aquí solo de apoyo, como siempre digo dependo de Dios", menciona.
En todo este tiempo remarca que los ancianos han sido sus principales maestros. A través de estos hombres y mujeres de la tercera edad, el señor le ha enseñado mucho.
"Siempre me ha impactado el corazón de los ancianos y la paciencia que tienen para esperar una promesa, la fe por luchar por sus vidas", señala.
RENUNCIA, NO ESTÁ EN SUS PLANES. A pesar de la seguridad en sus respuestas, sé que - como todos - no es de hierro. Tal es así que la renuncia y la jubilación pasó dos veces de manera muy fugaz por su cabeza.
La primera fue cuando tenía muchos problemas en la congregación y sintió que perdió todo tipo de apoyo, sin embargo, recuerda que fue Dios mismo quien se encargó de recordarle que el llamado que tuvo y así como vino la idea también se fue.
Cumplió los 70 años y no fue muy feliz esa celebración. Había llegado a la edad límite para ejercer el sacerdocio. Viajó con los papeles en mano y con una gran tristeza en su corazón para conversar con su jefe y tramitar su jubilación.
"Cuando llegué, mi jefe me dijo que dependía de mí. Que si quisiera lo haga si no, no. Ya tengo 75 años y aquí estoy. Creo que Dios es el que me ha llamado a trabajar y lo haré hasta que él lo disponga", dice.
Así es el padre José: directo, franco y sencillo. Celebra un acontecimiento importante en su vida, y hay que preguntarle que desea de regalo. Lo hicimos y esta fue su respuesta.
"En estos 50 años, no son las cosas materiales lo que quiero. Sino saber que sigo cumpliendo el llamado de Dios y sentir su amor sobrenatural. Ver a los fieles en unidad aquí en la casa de Dios, sin que nadie les haya forzado venir. Compartiendo con ellos y con Cristo, es lo mejor que puedo tener", finaliza.
CEREMONIA. Ayer en una misa bastante emotiva el padre José celebró sus 50 años del servicio a la iglesia católica. Fue como él quiso, rodeado de los cientos de fieles de la parroquia que dirige desde 1993.
Bastaba con que el prelado camine por los pasillos del templo para que los fieles le muestren su estima. Abrazos, apretones de manos y demás era lo que más abundaba.
Viene de Estados Unidos, tiene 75 años. Pastorea a los fieles del "rojo" San Pedro desde 1993 y la renuncia, a pesar que ya lo puede hacer, no está en sus planes. Sabe que harán algo especial para celebrar su aniversario, pero él asegura que no ve la cantidad de años y los méritos que haya logrado en todo este tiempo. Hace un alto en las visitas a ancianos y enfermos que tenía programados para esta mañana, para dialogar un momento con Correo.
EUCARISTÍA DETERMINANTE. El padre José, como todos en el convulsionado barrio "San Pedro" lo conocen, ejerce su labor por servicio a Dios, pero más que eso - luego de escucharlo - diríamos que vocación es lo que más le sobra.
Desde muy pequeño su vida estuvo rodeado del "clima" católico. Recuerda mucho la persecución que los protestantes de esta religión en su pueblo natal - al que el describe como "una pequeña chacra"- recibían por parte de protestantes y personas ateas. Pero no fue hasta los 8 años cuando sintió el llamado de Dios.
"Estaba en una eucaristía, participé y después de eso sentí el llamado de Dios, lo sentí mucho más cerca", narra.
Después de esa experiencia, que aún recuerda ahora que tiene 75 años, le encontró "el gusto" a las actividades de la parroquia. Más que eso, supo que su vida era el oficiar misas, dar amparo espiritual y hacer el bien común, es decir cumplir con representar a Cristo en la tierra.
"Siempre recuerdo a un padre alemán quién fue el que me bautizó cuando era pequeño. Él ha sido mi inspiración y modelo para servir al señor. Cuando decidí que quise ser padre, siempre anhelé ejercer mi labor como él", señala.
A los 14 años empezó a prepararse para el llamado que Dios le había hecho, el cual vino con un "regalo" debido a su obediencia. Su padre terrenal tenía serios problemas con el alcohol. No le avergüenza decirlo. Al contrario se enorgullece al contarlo, porque sabe que el cambio de ese estilo de vida desordenada de su progenitor, tiene el sello del Dios al que ahora dedica su vida.
"Yo lo tomo como un regalo. Cuando empecé con esto, mi padre dejó de tomar. Creo que es la obra de Dios", sostiene.
CLASES DE HUMILDAD. A este párroco no le gusta hablar mucho de su labor de proyección social. "Mi labor es netamente espiritual, no trabajo social", dice con una sonrisa un tanto vergonzosa. Y como para que pueda entender mejor su respuesta agrega : "Tengo muy presente ese precepto 'de que lo que da tu mano derecha, no lo sepa tu izquierda'. No trabajo en base a cifras o para reconocimientos. Yo estoy aquí solo de apoyo, como siempre digo dependo de Dios", menciona.
En todo este tiempo remarca que los ancianos han sido sus principales maestros. A través de estos hombres y mujeres de la tercera edad, el señor le ha enseñado mucho.
"Siempre me ha impactado el corazón de los ancianos y la paciencia que tienen para esperar una promesa, la fe por luchar por sus vidas", señala.
RENUNCIA, NO ESTÁ EN SUS PLANES. A pesar de la seguridad en sus respuestas, sé que - como todos - no es de hierro. Tal es así que la renuncia y la jubilación pasó dos veces de manera muy fugaz por su cabeza.
La primera fue cuando tenía muchos problemas en la congregación y sintió que perdió todo tipo de apoyo, sin embargo, recuerda que fue Dios mismo quien se encargó de recordarle que el llamado que tuvo y así como vino la idea también se fue.
Cumplió los 70 años y no fue muy feliz esa celebración. Había llegado a la edad límite para ejercer el sacerdocio. Viajó con los papeles en mano y con una gran tristeza en su corazón para conversar con su jefe y tramitar su jubilación.
"Cuando llegué, mi jefe me dijo que dependía de mí. Que si quisiera lo haga si no, no. Ya tengo 75 años y aquí estoy. Creo que Dios es el que me ha llamado a trabajar y lo haré hasta que él lo disponga", dice.
Así es el padre José: directo, franco y sencillo. Celebra un acontecimiento importante en su vida, y hay que preguntarle que desea de regalo. Lo hicimos y esta fue su respuesta.
"En estos 50 años, no son las cosas materiales lo que quiero. Sino saber que sigo cumpliendo el llamado de Dios y sentir su amor sobrenatural. Ver a los fieles en unidad aquí en la casa de Dios, sin que nadie les haya forzado venir. Compartiendo con ellos y con Cristo, es lo mejor que puedo tener", finaliza.
CEREMONIA. Ayer en una misa bastante emotiva el padre José celebró sus 50 años del servicio a la iglesia católica. Fue como él quiso, rodeado de los cientos de fieles de la parroquia que dirige desde 1993.
Bastaba con que el prelado camine por los pasillos del templo para que los fieles le muestren su estima. Abrazos, apretones de manos y demás era lo que más abundaba.
A esta misa especial
asistió el obispo Monseñor Ángel Francisco Simón Piorno y el obispo
emérito Luis Bambarén Gastelumendi. También se hizo presente la
congresista María Magdalena López.
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