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Novedoso circuito en Lambayeque: la ruta sagrada de Lercanlech
Lercanlech, que en lengua mochica significa "valle principal" fue castellanizado como "La leche". Este río que une comunidad quechua de Incawasi, con los bosques de Laquipampa, los algarrobos de Pómac y las pirámides de la cultura Sicán, también forma parte de la ruta del II Birding Rally Challenge que empezó hoy en Chiclayo.
Publicado: 12 junio, 2013
Escribe: Fernando Angulo Pratolongo
Las montañas de Incawasi se visten de colores. Es la fiesta del Taqui, y cientos de pobladores de los diferentes caseríos se concentran en una celebración donde cada poblador demuestra su procedencia con los colores de su poncho. Este concurso de danzas y escenas, extraídas y teatralizadas de las leyendas, es enteramente en quechua, lengua que los pobladores de Incawasi mantienen tercamente.
En la parte alta de Incawasi sobresalen elevadas montañas donde se originan las aguas de Lercanlech. Allí se estiran lagunas por encima de los 3800 metros, salpicadas de bosques de relictos en que se recoge el agua pura que llenará de vida las partes bajas. Los bosques de estas partes altas son territorios aún inexplorados, con mucho por descubrir todavía.

Al otro lado de las cumbres, mirando al Este, se encuentra Kañaris, un pueblo de habitantes de coloridos trajes, donde también se habla quechua. Siguiendo el trazo del valle, el Lercanlech desciende y llega a vastos bosques, dejando atrás las zonas de vegetación baja, pajonales y frío, y arribando a territorios de nuevos aires donde las vestimentas, las costumbres, los paisajes, la fauna, y los cultivos cambian.

El río cruza las colinas para llegar a un lugar donde abundan los nombres de pampas: Ullurpampa, Riopampa, Lanchipampa, Cochapampa, Shangapampa, Tallapampa, Atumpampa, Tolospampa, Chacuapampa, Oxapampa y Laquipampa. Justamente esta última es un lugar muy especial dentro del recorrido del río. En Laquipampa (o “pampa de las penas”) la vida se pasea con tranquilidad. En la sucesión de bosques montanos a secos, la explosión de aves es impresionante. Los cielos y las ramas de los árboles son trajinados sin cansancio por más de 190 especies, entre las que sobresale la rara pava aliblanca (símbolo de esta zona), ave que aún es fácil de observarse. En los bosques húmedos, a más de 1400 metros de altura, ya no se observa a la pava aliblanca sino a la pava parda. Asimismo, por estos parajes pasea sin preocupaciones la osa de anteojos, enseñando a sus cachorros cómo deshojar una achupalla para comer el sabroso corazón.

Siguiendo el trazo del río, empezamos a entrar en un oasis de verdor, donde los algarrobos son dueños del paisaje, escudados por sapotes y faiques. Este santuario de vida e historia es Pómac. Ahí podemos sentir cómo confluyen en armoniosa complementación la historia, representada por las pirámides Sicán, y la naturaleza, con sus bosques de variadas aves como el cortarrama peruana, el copetón rufo, la golondrina de Tumbes, el pitajo de Tumbes y la bandurria.
Cuando llueve, el Lercanlech, pletórico de vida, atraviesa de Este a Oeste, llenando de verdor los bosques de estas vastas planicies lambayecanas. Las pirámides, solemnes, lo ven pasar y le agradecen que le cambie la cara al paisaje, antes y ahora. Y es que en estas tierras floreció la milenaria cultura Sicán, rica en oro y que tenía una especial relación con la fauna, especialmente con las aves, que fueron perfectamente representadas en sus ceramios, máscaras, tumis y pinturas murales de los templos sagrados, siendo el eco ancestral del mítico fundador de la primera dinastía de reyes lambayecanos: Naymlap.


Luego de bañar las planicies, Lercanlech empieza su ruta hacia el desierto, donde nos cruzamos con un arenal salpicado de sapotes y algarrobos, cerca de Murrup (iguana en muchik), hoy conocida como Mórrope. Ahí, en pequeñas parcelas, aún se cultiva el algodón nativo peruano en una gama de bellos colores como fino colorado, marrón, ante, pardo, blanco rosado, crema fifo, claro, fifo oscuro y blanco simple.
En este desierto, Lercanlech deja sus aguas, las cuales no alcanzan el mar porque es un río endorreico. Durante las intensas lluvias del Fenómeno del Niño, el Lercanlech junta sus fuerzas con los ríos Motupe, Salas, Olmos y Cascajal, para ayudar a formar la laguna “La Niña”, en complicidad con el estuario de Virrilá y las lagunas de Ramón y Ñapique.

El recorrido desde las frías cumbres del valle de La Leche nos lleva sin duda al océano, específicamente a la caleta de San José y a las islas de Lobos de Tierra y Lobos de Afuera. En San José, milenarios pescadores alistan sus embarcaciones para ir a recoger los frutos del mar por la misma ruta por la que llegó Naymlap. En la cara de los moradores de esta caleta se puede aún reconocer, sin dudas, los rasgos de la cultura Mochica. La larga franja de playa que se encuentra al norte de esta caleta termina en el cerro Illescas, formando la playa más larga del Perú, justo frente a esas dos islas de indudable riqueza marina y belleza escénica. De éstas, la de Lobos de Tierra está relacionada con los entierros de la élite de la cultura Sicán o Lambayeque, ya que las tumbas y templos piramidales desde el continente miran precisamente a la isla. Además, desde el mar llegó un hombre carismático y sabio que al morir alcanzó la inmortalidad, convirtiéndose en el dios alado Naymlap (“ave del agua”), que marcó para siempre a la cultura lambayecana.
Las aguas que rodean a estas islas están inundadas de generosos bancos de conchas de abanico, caracoles bola, pulpos y meros, mientras que en las islas mismas existe una importante colonia de piqueros de Nasca (Sula granti), recientemente descubiertos por los investigadores Marcelo Stucchi y Judith Figueroa.

El valle de Lercanlech representa una nueva e interesante propuesta turística en el departamento de Lambayeque. La oferta y mixtura de atractivos, tanto de corte cultural como de corte natural, hacen surgir la idea de promover su implementación. Expertos opinan que ruta sagrada Lercanlech, es factible que tenga un futuro turístico a largo plazo, pero antes se tiene que trabajar el soporte de sostenibilidad, que pasa necesariamente por una adecuada infraestructura de servicios.
En el contexto del corredor Lercanlech es importante asegurar la conservación de los espacios naturales, ya que al constituirse como atractivos turísticos y parte de la ruta, es necesario velar por su integridad en el largo plazo. El santuario histórico Bosque de Pómac y el Refugio de Vida Silvestre Laquipampa cumplen esta función. La ruta pretende cubrir una gran diversidad de alternativas para el visitante, como naturaleza, culturas vivas, arqueología y gastronomía. En esta ruta se encuentran además de las dos áreas protegidas por el Estado, otras zonas interesantes como los bosques de Incawasi y Kañaris. También se encuentra en este valle, cerca de Batán Grande, una interesante zona para el estudio de osos de anteojos, donde la Robyn Appleton y la Spectacled Bear Society vienen trabajando arduamente para conservar una población de más de 30 osos.


La ruta del valle de Lercanlech une el mar con el desierto, el bosque de algarrobos con los pajonales y lagunas altoandinas; une historia con culturas vivas y naturaleza; une educación con investigación y recreación. Es necesario integrar al circuito los bosques montanos orientales, para lo que se haría necesaria una vía carrozable que permita el ingreso directo desde Chiclayo hacia la comunidad de Kañaris, dado que la actual carretera sólo llega hasta Incawasi. A decir de Dante Alemán, esta carencia limita el desarrollo e implementación de la propuesta. Por tanto, es necesario coordinar con las instituciones y organismos responsables, a fin de evaluar su viabilidad y, de ser el caso, culminar el tramo restante de manera planificada y participativa, para así evitar impactos negativos en su construcción.
Ahora, si usted desea visitar la ruta sagrada de Lercanlech, a manera del vuelo mágico de Naymlap, sólo tiene que tomar la mochila y echarse a andar. La proverbial calidez del habitante de Lambayeque hará el resto.

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