“EL
SINCHI”
PARA LOS PERIODISTAS,
LA CREDIBILIDAD LO ES TODO.
Un periodista sin
credibilidad no vale nada.
Jorge Ramos
(Periodista, Ganador Trofeo Emmy).
En efecto, coincidimos
con Jorge Ramos, para los periodistas, la credibilidad lo es todo. Un periodista
sin credibilidad no vale nada. Y esto, por supuesto, vale para los comunicadores
sociales, que hacen periodismo o comunicación, escrita, radial o televisiva. Y,
claro, quien calificará su credibilidad o no será el destinatario, es decir, el
público que lee y escucha.
- ¿Usted no dirige un
programa en Radio Amazonas? – tose, se ahoga, se seca los ojos llorosos
Pantaleón Pantoja-. ¿A las seis de la tarde?
- Yo mismo, aquí tiene la
famosísima Voz del Sinchi en persona –engola la voz, empuña un micro invisible,
declama el Sinchi-. Terror de autoridades corrompidas, azote de jueces venales, remolino de la
injusticia, voz que recoge y prodiga por las ondas las
palpitaciones populares.
[...]
Hace muchos años
leímos, luego vimos la película de la novela de Mario Vargas Llosa, Pantaleón y
las Visitadoras, donde pudimos ver al personaje central Pantaleón Pantoja, un
joven oficial de ejército, quien por órdenes superiores, organiza un servicio de
prostitución clandestina para los soldados que prestan servicio militar en la
amazonía peruana. También vimos en escena al Sinchi, un periodista radial, quien
en su programa, con el fondo musical de la contamanina, se autodenominaba “el
terror de las autoridades corrompidas”, “el azote de jueces venales”, “el
remolino de la injusticia”. Claro que el Sinchi, es un extorsionador por
antonomasia, un chantajista que se erige en defensor de la moralidad pública
loretana para extorsionar a Pantoja y no seguir machacando en su programa radial
sobre “pantilandia”, el burdel o casa de citas organizada por “Panta”. El Sinchi
ofrece no seguir fregando a “Pantilandia” y más bien defender en su programa
radial a él y al servicio de visitadoras, a cambio del pago de una suma de
dinero, “puesto que también tiene que vivir y el aire no alimenta”, dice.
- No
existe nada lo bastante sólido en toda la Amazonía que La Voz del Sinchi no
pueda echar abajo- da un tincanazo en el vacío, resopla, se envanece el Sinchi-.
Modestia aparte, si yo le pongo la puntería, el Servicio de Visitadoras no dura
una semana y usted tendrá que salir pitando de Iquitos. Es la triste realidad,
amigo.
- O sea
que ha venido a amenazarme – se endereza Pantaleón
Pantoja.
- Nada de
eso, al contrario – da estocadas a fantasmas, se ciñe el corazón como un tenor,
cuenta billetes que no existen el Sinchi-. Hasta ahora he resistido las
presiones por espíritu combativo y por una cuestión de principios. Pero, en
adelante, puesto que yo también tengo que vivir y el aire no alimenta, lo haré
por una compensación mínima. ¿No le parece
justo?
- O sea
que ha venido a chantajearme – se pone de pie, se demacra, vuelca la papelera,
corre hacia la escalerilla Pantaleón Pantoja.
- A
ayudarlo, hombre, pregunte y verá la fuerza ciclónica de mi emisión – saca
músculos, se levanta, se pasea, gesticula el Sinchi -. Tumba jueces, subprefectos,
matrimonios, lo que ataca se desintegra. Por unos cuantos miserables soles
estoy dispuesto a defender radialmente al Servicio de Visitadoras y a su cerebro
creador. A dar la gran batalla por usted, señor
Pantoja.
[...]
-
¡Sinforoso! ¡Palomino! – da palmadas, grita Pantaleón Pantoja-.
¡Sanitario!
- Qué le
pasa, nada de ponerse nervioso, cálmese- queda quieto, suaviza la voz, mira a su
alrededor alarmado el Sinchi-. No necesita responderme de inmediato. Haga sus
consultas, averigüe quién soy yo y discutimos la próxima semana.
[...]
Finalmente, “Panta”
cede y se allana al chantaje.
Compases del vals “La
Contamanina”; suben, bajan y quedan como fondo sonoro.
¡LA VOZ DEL SINCHI! ...”
- …El
Supremo Gobierno debería condecorar con la Orden del Sol al señor Pantaleón
Pantoja – estalla, rutila entre Lux el Jabón que Perfuma, Coca- Cola la Pausa
que Refresca y Sonrisas Kolynosistas, dramatiza y exige La Voz del
Sinchi-. Por la encomiástica labor que realiza en procura de la satisfacción de
las necesidades íntimas de los centinelas del Perú….
A lo largo y ancho del
país vemos a distintos “sinchis”, mercenarios de la pluma, el micrófono y la
pantalla de televisión, extorsionadores profesionales a quienes sin vergüenza
los vemos, primero, lanzando sendas filípicas o catilinarias contra autoridades
o personas, luego de logrado la quincena o la prebenda, cambian de posición
tornándose en sus escuderos, defensores de lo
indefendible.
Otros “sinchis”, al
perder su independencia y objetividad, se venden al mejor postor o se ligan o
son prohijados por el poder, por gobernantes o autoridades corruptas a cambio de
dinero sucio o mal habido. Son publicistas, mercenarios o defensores de lo
indefendible pero de ningún modo periodistas o comunicadores sociales. El pueblo
les ha perdido total consideración o respeto. Han perdido la confianza de
cientos, miles o millones. Ya nadie les cree. No tienen
credibilidad.
En cambio, hay otra
clase de periodistas, independientes de todo tipo de poder. Dicen lo que es, no
lo que le dicen que diga por pago, aunque duela o luego les venga la andanada de
calumnias. A pesar del cargamontón de los intereses creados el pueblo les cree y
confía en ellos. Estos periodistas hacen temblar a los poderosos. Investigan y
analizan a fondo lo que otros se esfuerzan en callar o tapar. Por eso el pueblo
los lee o los escucha y les cree.
Tienen credibilidad.
Cada localidad tiene
sus “sinchis”, quienes terminan convirtiéndose en personajillos folclóricos,
pintorescos y muchas veces repudiados. Podrán ser escuchados pero no tienen
ninguna credibilidad, perdiendo toda autoridad o influencia en el
público.
¿Cuántos “sinchis” hay
aquí y ahora? ¿Quiénes son?
No importa. Nadie les
cree. Esperemos que no se den por aludidos o se pondrán en evidencia, aunque ya
todos saben quiénes son.
ATV
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