Manos al fuego
Martes, 20 de mayo de 2014 | 4:30 am
El jueves pasado Gustavo Rondón, dirigente de Solidaridad Nacional,
dijo que su partido estaba incómodo con Heriberto Benítez en sus filas.
El motivo específico fue la “defensa a ultranza” del congresista a
César Álvarez. De paso Rondón precisó que Álvarez, y no Luis Castañeda,
era el líder de Benítez, elegido por el partido ancashino Cuenta
conmigo.
Ahora Benítez ha renunciado a la bancada de Solidaridad Nacional por lo que considera, precisamente, una falta de solidaridad. Pero al menos ese incomodado partido ha tenido los buenos modales de no expulsarlo de su bancada, y de esperar la partida del congresista. Gesto generoso si se considera que este partido tiene sus propios problemas acusatorios. Pero quizás Benítez esperaba un espaldarazo de Castañeda.
La incomodidad de SN es comprensible. No solo porque la activa participación de Benítez en una cúpula bajo investigación es inocultable. Sino además porque ya viene la campaña electoral, y sin duda el caso Castañeda-Comunicore volverá a salir a flote. Ahora a esto se sumará la alianza con Cuenta conmigo, aunque es improbable que ella se repita.
El estilo con el cual Benítez ha elegido enfrentar su predicamento es sorprendente. Pues si bien es cierto que el ataque como mejor defensa es un recurso socorrido, el caso Álvarez es de unas dimensiones que deberían mover a la cautela. Declarar a Álvarez inocente a secas de los peores cargos hace pensar que el congresista está entrampado.
Hubo un momento en que Álvarez parece haber considerado la clandestinidad, pero luego lo pensó dos veces. Entre otras cosas porque las acusaciones no se limitan a asesinatos varios, sino que avanzan hacia temas financieros, chuponeos, sobornos, y otras formas de ejercicio abusivo del cargo. Cualquiera de estas acusaciones puede aterrizarlo en una larga prisión.
Otro sólido defensor de Álvarez es el empresario Martín Belaunde Lossio, aunque este ha tomado un camino algo más matizado: “En el tema del asesinato, sí pongo las manos al fuego por Álvarez”. En parecida línea Benítez ha dicho que le es imposible creer que Álvarez sea “un asesino, un sicario”. Pero a la vez ha deslizado que su defensa es “política”.
Las casi 30 capturas realizadas aún no han producido una narrativa detallada sobre el modus operandi de la liga de asesinos de Ancash. Tampoco el acceso a los documentos contables y legales del gobierno regional. Sin duda estos trámites, policiales y judiciales, no son sencillos y tienen sus plazos. Pero el público está esperando.
Lo que también se está esperando es que los socios-defensores de Álvarez presenten algunos argumentos o explicaciones más sólidos que las manos al fuego o formas varias de la frase no puede ser. Es una defensa que extrañamente no se extiende a los colaboradores de Álvarez que están presos.
Ahora Benítez ha renunciado a la bancada de Solidaridad Nacional por lo que considera, precisamente, una falta de solidaridad. Pero al menos ese incomodado partido ha tenido los buenos modales de no expulsarlo de su bancada, y de esperar la partida del congresista. Gesto generoso si se considera que este partido tiene sus propios problemas acusatorios. Pero quizás Benítez esperaba un espaldarazo de Castañeda.
La incomodidad de SN es comprensible. No solo porque la activa participación de Benítez en una cúpula bajo investigación es inocultable. Sino además porque ya viene la campaña electoral, y sin duda el caso Castañeda-Comunicore volverá a salir a flote. Ahora a esto se sumará la alianza con Cuenta conmigo, aunque es improbable que ella se repita.
El estilo con el cual Benítez ha elegido enfrentar su predicamento es sorprendente. Pues si bien es cierto que el ataque como mejor defensa es un recurso socorrido, el caso Álvarez es de unas dimensiones que deberían mover a la cautela. Declarar a Álvarez inocente a secas de los peores cargos hace pensar que el congresista está entrampado.
Hubo un momento en que Álvarez parece haber considerado la clandestinidad, pero luego lo pensó dos veces. Entre otras cosas porque las acusaciones no se limitan a asesinatos varios, sino que avanzan hacia temas financieros, chuponeos, sobornos, y otras formas de ejercicio abusivo del cargo. Cualquiera de estas acusaciones puede aterrizarlo en una larga prisión.
Otro sólido defensor de Álvarez es el empresario Martín Belaunde Lossio, aunque este ha tomado un camino algo más matizado: “En el tema del asesinato, sí pongo las manos al fuego por Álvarez”. En parecida línea Benítez ha dicho que le es imposible creer que Álvarez sea “un asesino, un sicario”. Pero a la vez ha deslizado que su defensa es “política”.
Las casi 30 capturas realizadas aún no han producido una narrativa detallada sobre el modus operandi de la liga de asesinos de Ancash. Tampoco el acceso a los documentos contables y legales del gobierno regional. Sin duda estos trámites, policiales y judiciales, no son sencillos y tienen sus plazos. Pero el público está esperando.
Lo que también se está esperando es que los socios-defensores de Álvarez presenten algunos argumentos o explicaciones más sólidos que las manos al fuego o formas varias de la frase no puede ser. Es una defensa que extrañamente no se extiende a los colaboradores de Álvarez que están presos.
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