El robo de 100 millones de dólares
Domingo, 11 de mayo de 2014 | 4:30 am
Testimonio de Pinchi Pinchi hunde a Alberto Fujimori.
Matilde Pinchi Pinchi ofreció el viernes un testimonio demoledor sobre uno de los procesos de corrupción más lamentables del fujimontesinismo para prostituir al periodismo.
“Yo vi muchísimo dinero, la campaña de reelección de Alberto Fujimori del 2000 costó unos US$ 100 millones”, declaró la ex colaboradora de Vladimiro Montesinos y hoy colaboradora eficaz de la justicia.
El dinero provenía del presupuesto de las Fuerzas Armadas, y se usaba para coimear a los dueños de nueve diarios coordinados por Augusto Bresani, con la asesoría de los publicistas y asesores Daniel Borobio, Ricardo Winitzky y Saúl Mankevich, y liderados por Montesinos en estrecha relación con Fujimori, quien ejercía el cargo formal de presidente de la República, pero en la práctica era el capo de esta mafia inmunda.
Pinchi Pinchi precisó que la finalidad de este operativo era la re-reelección de Fujimori del 2000.
Este miércoles volverá a la sala judicial de la Diroes, pero lo dicho el viernes pasado constituye información valiosa para llegar a varias conclusiones, especialmente porque esta coincide con la de la mayoría de testigos convocados antes en el juicio de la prensa chicha.
Primero, que Fujimori y Montesinos eran socios inseparables de toda la porquería de la prensa chicha.
Segundo, que Alberto Fujimori robó sumas millonarias al Estado para financiar actividades particulares como sus campañas electorales. ¿Cuánto quedó en su bolsillo?
Tercero, que el mecanismo más frecuente para realizar estos asaltos al erario era a través de las Fuerzas Armadas, sin que los responsables del MEF ni de los órganos de control tuvieran el menor entusiasmo por verificar la transparencia en el uso de esos fondos públicos.
La corrupción liderada por Fujimori es una de las más grandes ocurridas en el Perú, pero no puede obviarse que es una práctica común dentro de la antigua tradición de los gobernantes peruanos de usar los recursos públicos para sus fines particulares. En menor escala, casi todos hacen lo mismo.
La mayoría de gobiernos –central, municipales y regionales– hacen lo mismo debido a que los políticos peruanos están acostumbrados a usar el Estado como botín, usando argumentos como que el fin justifica los medios, roba pero hace obra, y todo vale para seguir en el poder.
¿Podrá la candidata presidencial Keiko Fujimori tomar distancia de los robos hechos al Estado por su padre, o seguirá negando testimonios contundentes como los que se están escuchando en el juicio de la prensa chicha, que constatan que una mafia gobernó el Perú en los noventa?
Matilde Pinchi Pinchi ofreció el viernes un testimonio demoledor sobre uno de los procesos de corrupción más lamentables del fujimontesinismo para prostituir al periodismo.
“Yo vi muchísimo dinero, la campaña de reelección de Alberto Fujimori del 2000 costó unos US$ 100 millones”, declaró la ex colaboradora de Vladimiro Montesinos y hoy colaboradora eficaz de la justicia.
El dinero provenía del presupuesto de las Fuerzas Armadas, y se usaba para coimear a los dueños de nueve diarios coordinados por Augusto Bresani, con la asesoría de los publicistas y asesores Daniel Borobio, Ricardo Winitzky y Saúl Mankevich, y liderados por Montesinos en estrecha relación con Fujimori, quien ejercía el cargo formal de presidente de la República, pero en la práctica era el capo de esta mafia inmunda.
Pinchi Pinchi precisó que la finalidad de este operativo era la re-reelección de Fujimori del 2000.
Este miércoles volverá a la sala judicial de la Diroes, pero lo dicho el viernes pasado constituye información valiosa para llegar a varias conclusiones, especialmente porque esta coincide con la de la mayoría de testigos convocados antes en el juicio de la prensa chicha.
Primero, que Fujimori y Montesinos eran socios inseparables de toda la porquería de la prensa chicha.
Segundo, que Alberto Fujimori robó sumas millonarias al Estado para financiar actividades particulares como sus campañas electorales. ¿Cuánto quedó en su bolsillo?
Tercero, que el mecanismo más frecuente para realizar estos asaltos al erario era a través de las Fuerzas Armadas, sin que los responsables del MEF ni de los órganos de control tuvieran el menor entusiasmo por verificar la transparencia en el uso de esos fondos públicos.
La corrupción liderada por Fujimori es una de las más grandes ocurridas en el Perú, pero no puede obviarse que es una práctica común dentro de la antigua tradición de los gobernantes peruanos de usar los recursos públicos para sus fines particulares. En menor escala, casi todos hacen lo mismo.
La mayoría de gobiernos –central, municipales y regionales– hacen lo mismo debido a que los políticos peruanos están acostumbrados a usar el Estado como botín, usando argumentos como que el fin justifica los medios, roba pero hace obra, y todo vale para seguir en el poder.
¿Podrá la candidata presidencial Keiko Fujimori tomar distancia de los robos hechos al Estado por su padre, o seguirá negando testimonios contundentes como los que se están escuchando en el juicio de la prensa chicha, que constatan que una mafia gobernó el Perú en los noventa?
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