El yo de las vedettes está donde termina la espalda, el de los hipnotizadores en los ojos, el de los futbolistas en las piernas y el de los políticos en el verso...
Hace dos días el presidente Ollanta Humala salió decidido a recitar una y otra vez ante las cámaras de RPP su consabido repertorio de pretextos. Ya no se rebela ante la adversidad, solo se refugia en la excusa.
Nadie pareció darse cuenta del escaso fondo de dicha rutina, salvo los ex presidentes Alan García y Alberto Fujimori, a quienes se refirió diciendo que dan mala imagen. Entonces el voluminoso líder aprista arrasó en todos los titulares. El objetivo, bastante evidente, es que se hable de él, no de lo que hizo o no hizo cuando fue mandatario.
Fujimori también se manifestó. Desde su celda envió un mensaje cargado de desafíos y bravatas. Hizo recordar a todos que el Perú tiene buena imagen desde 1990 cuando salvó alpaís del apocalipsis. Escuchando su artillería verbal, me imaginé que ya estaba con las maletas hechas para salir. Lo que sigue, ya lo saben, el "Chino" a punto de autoliderar de nuevo su proceso de beatificación.
Alejandro Toledo no responde. Lleva su cruz con la mejor sonrisa posible y en silencio. Pesa mucho, pero lo ayuda Eliane Karp, quien ya está acostumbrada a soportar el peso de las críticas. En su horizonte no está el paraíso (fiscal) sino el Gólgota.
Casi todo el mundo ha sufrido alguna vez esa disfunción de la memoria en la que asiste a una realidad y de repente tiene la sensación de que ya la ha vivido con anterioridad, exactamente igual. Los médicos llaman a eso paramnesia o también "deja vu" (ya visto, en francés). Ahora comprendo por qué me parece que ya vimos esas peleas.
Con razón las nuevas generaciones, hace tiempo, que han sentenciado la muerte de la política como tema de interés y la defunción de los políticos como símbolos. Lo que interesa hoy, en una sociedad inmediata, es la concreción y un político tiende a ser un personaje demasiado retórico. Sólo lo salvaría ser eficaz, su capacidad para asemejarse a un empresario imaginativo y pragmático... Sólo queda le gestión pero ¿podría un gestor evitar la ruina si no tuviera más ideas que excusas y bravuconadas?
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