El regreso de Jango
PUBLICADO: HACE 3 HORAS
Ocurrió hace dos semanas en Brasilia. Con todos los honores militares y en ceremonia presidida por la propia Dilma Rousseff, regresó “Jango”, como le decían a João Goulart. Todo se llevó a cabo en la Base Aérea de Brasilia. En el mismo hangar desde el cual fue deportado Goulart en marzo de 1964. Aterrizó a las 12:00 en un avión tipo Hércules de la Fuerza Aérea Brasileña, parecido a aquel en el que fue deportado al producirse el golpe militar que inició 19 años de dictadura en el Brasil.
Fue un acontecimiento lleno de simbolismo y muy emocionante para todos quienes tuvimos el privilegio de ser invitados a esa ceremonia en la que participó el gobierno en pleno, altos jefes militares, todos los ex presidentes civiles vivos (salvo Fernando Henrique Cardoso, ausente por motivos de salud), la familia de “Jango” y algunos pocos invitados por la presidenta Dilma. Luego de rendirle honores, le entregaron a Dilma la bandera que cubría el féretro cuidadosamente doblada. Ella se la entregó luego a la viuda de “Jango”.
Sin discursos ni consignas. Nada de eso era necesario. Solo aplausos; y lágrimas de muchos. Los gestos lo decían todo. Toda la ceremonia, con el himno nacional, los 21 cañonazos, la presencia solemne de agrupaciones representativas de todos los destacamentos militares, hacía respirar “normalización democrática”.
Fallecido en Argentina en 1976, oficialmente por un ataque cardíaco, las noticiasde su funeral fueron censuradas en Brasil por la dictadura. Se especula desde entonces que podría haber sido envenenado por agentes de la Operación Cóndor. En el 2006 el ex agente de inteligencia uruguayo Mario Neira, detenido en Brasil por tráfico de armas, dijo que Goulart murió envenenado, mediante la adulteración de sus medicamentos, por agentes uruguayos al servicio de la dictadura brasileña.
Ahora que sus restos están en Brasilia serán materia de exámenes forenses para confirmar o descartar esa hipótesis. María do Rosario, la ministra de Derechos Humanos, ha dicho hace unos días que “es un deber del Estado brasileño esclarecer las circunstancias de la muerte del presidente João Goulart”.
Es posible que, para algunos, ahora el nombre de João Goulart diga poco o nada. Algo parcialmente explicable ya que, después de todo, su derrocamiento ocurrió hace casi 50 años y su nombre prácticamente no ha aparecido en las noticias o comentarios de los medios en los últimos tiempos. ¿Por qué es importante recordar a “Jango” ahora? Por dos razones.
Primero, porque en esos años no solo se inició la dictadura militar brasileña sino también una oscura etapa histórica en la que se globalizó el terror del Estado en casi toda América Latina. La visión de que el “orden” y el desarrollo se impondrían desde los cuarteles y que la democracia era un estorbo, parecía haber llegado para quedarse. El “Plan Cóndor” y muchas otras siniestras criaturas del totalitarismo regional tuvieron en la dictadura militar de Brasil un punto fundamental de sustento y partida con el vigor que le dieron, en particular, las dictaduras de Pinochet en Chile o de Videla en Argentina. Voltear páginas como esas, es un ejercicio histórico de “sanación” y de futuro.
Segundo, porque actos como la ceremonia en la que fue recibido “Jango” con honores militares dan una señal muy elocuente de que las cosas están cambiando decididamente. En Brasil y en el resto de América Latina en donde el “poder militar” se inserta dentro del poder del Estado y no encima de él. La democracia electoral es la regla y no la excepción. Las ansias de la sociedad de participar y opinar, a su vez, dan cuenta de una demanda democrática y percepción de derechos que se extiende vigorosamente. Y es en democracia que América Latina ha logrado en los últimos diez años un crecimiento de 80% y 30% de reducción de la pobreza.
Por todo eso es que me parecía pertinente comentar este acto que siendo histórico, acaso, no es, paradójicamente, “noticia” de primera plana. Escribió en su cuenta de Twitter la presidenta Dilma minutos después de la ceremonia, “Hoy es un día de encuentro de Brasil con su historia (…) esta ceremonia es una afirmación de nuestra democracia”. Lo es en toda América Latina.
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