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sábado, 5 de octubre de 2013

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Mundo de ¿caramelos?

Que tire el primer chocolate quién no ha probado alguna vez una golosina. La obesidad es una enfermedad que ha dejado de ser exclusiva de los adultos, ahora más que nunca nos preocupamos por lo que comen los pequeños de la casa. Pero, ¿será tan fácil solucionar este problema? Dicen que no hay nada más sencillo que quitarle un dulce a un niño. Llegó la hora de intentarlo

Publicado: Hace 2 horas
¡Rómpela, rompe la piñata, rómpela! Se escucha como fondo en una fiesta infantil. De pronto, una lluvia de colores cae al suelo. Un mar de pequeños se arrojan y luchan unos contra otros por ganarse el dulce más grande. Caramelos y chocolates se convierten en el botín para niños que apresurados guardan en las carteras de sus madres la presea dorada. Es un festival en donde todo está permitido. Ese día, los infantes pueden tomar gaseosas las veces que quieran y consumir el manjar bendito que para esa edad son las golosinas.
Una vez al año no hace daño, pero ¿qué ocurre si este escenario colorido se transforma en pan —o golosina— de cada día para los pequeños? El gordito sanito que puede ser un hijo ante los ojos de los padres, está en camino a convertirse en un adulto con diversas enfermedades que podrán en riesgo su vida más adelante. En épocas que los siete pecados, las chapadas y las escondidas están empolvadas en el baúl de los recuerdos, y en donde los juegos de video son la sensación del momento. El niño con una bolsa de chizitos en la mano, sentado en un sillón de cuero jugando playstation 3, ha dejado de ser una imagen tierna, para transformarse en una postal de un mundo abierto al consumo de comida poco saludable que viene sin instrucciones de uso.

De “casa” le viene al galgo


¡Nunca más vas a comer golosinas!, ¡si te portas bien, te compro un dulce! Son las típicas frases de los padres que premian o castigan a sus hijos. Estas dos caras de la moneda, a pesar de ser tan opuestas tienen algo en común: están condicionando al niño. Y no hay nada peor que eso, porque si para los adultos lo prohibido es lo más atractivo, imagínese para un niño. Comer un simple chocolate puede transformarse en una incontrolable obsesión.

Para la nutricionista Milagros Agurto, debe existir un equilibrio al respecto. “Los niños pueden consumir de vez en cuando este tipo de alimentos, pero deben saber que no siempre van a poder hacerlo”. La especialista comentó que son los padres los responsables de la alimentación de los hijos. “Quiero que la gente intente tener una actitud proactiva. Los padres deben preocuparse de que sus hijos hagan ejercicios, es necesario regular el uso de los videojuegos, sé que los padres llegan cansados a las casas, pero nos estamos olvidando de preocuparnos por la salud de nuestros hijos”, señaló. 

Gordo no es el que come más. Desde siempre se ha tenido la errónea creencia que el alto consumo de alimentos está directamente relacionada al sobrepeso en los niños. Milagros Agurto consideró en este caso que “no estamos tomando en cuenta todas las causas que originan el problema las cuales son más sociales y económicas y hasta genéticas”.

De igual forma, la nutricionista recomendó a los padres que preparen loncheras con alimentos balanceados. “Un poquito de maní, una fruta, un yogurt natural, un queque. En general alimentos que lleguen a la escuela de forma apropiada son los ideales”, puntualizó.

Analfabetos nutricionales

Comer un dulce nunca fue tan peligroso. Así es, las cifras son alarmantes, aproximadamente un 15 a 20 por ciento de niños y adolescentes en edad escolar presentan problemas de sobrepeso y obesidad en el país, según cifras del Sistema Metropolitano de Solidaridad (Sisol).

“Es importante que consideremos a la obesidad como una enfermedad en sí misma y como puerta de entrada hacia otro males crónicos”, nos cuenta la nutricionista Fabiola Jiménez (Red Peruana de Nutrición).

Aunque suene descabellado, se están encontrando casos de niños con triglicéridos altos y hasta con diabetes. Esta terrible alucinación se ha convertido en realidad y sin lugar a dudas, se presenta por el alto consumo de alimentos poco saludables que contienen grasas trans, colorantes, y gran cantidad de azúcar.  

“Lo más importante para solucionar el problema de la obesidad infantil es la transformación de escenarios. No son solo los padres quienes deben ser los encargados de educar a los menores, sino también les corresponde a los colegios”, dijo la especialista. “Vivimos en un país de padres y maestros que son analfabetos nutricionales. Pero no hay que cargarle todo el peso a ellos, para eso hay profesionales que estudian 5 años estos temas”, añadió.

Según la nutricionista, otra posible solución sería la promoción de alimentos saludables a través de los medios de comunicación. “Es necesario dar a conocer cómo se debe alimentar a un niño”, recalcó.

“Delgada” autoestima

¡Ñoño! ¡Botija! ¡Panzón! Son algunos de los crueles apodos que sufren los niños con sobrepeso en las escuelas. El gordito que era premiado con dulces y que se deleitaba repitiendo el almuerzo ante la mirada de satisfacción de los padres, es ahora punto de burla de sus compañeros de clase. A su corta edad, debe sufrir los maltratos verbales —y hasta físicos— de sus “amigos”. Solo le quedan dos opciones, agachar la cabeza y llevar la procesión por dentro o utilizar la fuerza que tiene a diferencia de sus pares para agredirlos e imponer respeto. Cada alternativa es peor que la otra.

En una conversación con la psicóloga Dra. Mirian Grimaldo señaló que “los comentarios negativos de los compañeros afectan la construcción del auto concepto que tienen los niños sobre ellos mismos y los marca en el desarrollo de su autoestima”. Ante este problema, según la experta, los padres deben incentivar comentarios positivos respecto a sus capacidades y posibilidades. “Es importante intervenir a tiempo llevando a los pequeños a un profesional especializado”, recomendó.

¿Cuál es el peso ideal?

Voluminosas pancitas y rollitos que sobresalen son sinónimos sin duda de que algo no anda bien en el cuerpo de tu pequeño. Si te das cuenta que tu hijo sufre o podría estar sufriendo de sobrepeso u obesidad utiliza el método del Índice de Masa Corporal (IMC) para salirte de dudas. ¿Cómo funciona? Es simple, se calcula dividiendo el peso del sujeto expresado en kilogramos, entre el cuadrado de su altura en metros.

Por ejemplo, si el pequeño pesa 36 kg. Y mide 1.30 metros. La fórmula sería: 36 / (1.38)² = 18.90. El resultado nos muestra un IMC dentro del rango ideal.

Según la OMS (Organización Mundial de la Salud):

• Un IMC de menos de 18,5 se considera por debajo del peso normal.
• Un IMC situado entre 18,5 y 24,9 corresponde a un peso normal y con un peso dentro de lo que se considera saludable.
• Un IMC entre 25,0 y 29,9 indica un claro sobrepeso. • Un IMC entre 30,0 y 39,9 corresponde a lo que se considera obesidad.
• Un IMC de 40,0 o mayor es lo propio de una obesidad severa o mórbida.
• Un IMC de 35,0 o más, con la presencia de al menos otro factor de morbilidad significativa es también clasificado por algunos especialistas como índice de obesidad mórbida.

Una luz de esperanza

Imagínese esta dieta infantil. Desayuno: Quinua o avena; Lonchera: Frutas y jugos naturales; Almuerzo: Hígado o Pescado. Suena un sueño imposible ¿no? Pero, no se caiga de donde se encuentra leyendo esta nota, existe un nido llamado Descubriendo ubicado en La Molina que cada día tiene un menú especial —y saludable— para los pequeños. Esta iniciativa parte de la municipalidad de este distrito que cubre los gastos de la alimentación de los pequeños.

“Si los papás les mandan chocolates a los niños, se les pone en la agenda que no deben hacerlo, de ninguna manera se les da la golosina”, nos cuenta la profesora Sofía Flores.

Los alimentos, los alimentos que ricos son, tienen proteínas, tienen vitaminas… Entre cánticos y juegos los infantes no solo aprenden, sino que sin darse cuenta ya tienen plantada dentro de su ser la semilla de una alimentación sana, la cual germinará y dará frutos cuando sean mayores. Sin duda, un ejemplo a seguir.

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