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jueves, 1 de agosto de 2013

Actualidad Le hicieron excesivo cargamontón después del mensaje, pero Ollanta Humala desperdició una oportunidad para transmitir optimismo.

Enchufe Frío


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Si ya se sabe que en la TV el estilo es más importante que el contenido, ¿por qué encaró el discurso con cara de palo?
Sonría, Presidente.El reportero gráfico de esta revista hizo 116 tomas mientras Ollanta Humala pronunciaba su mensaje a la nación.
No hay animación. Ni un gesto que no sea grave ni apagado.
Si ya se sabe que en la TV el estilo es más importante que el contenido y pesa menos lo que se dice que cómo se dice, ¿por qué encaró el discurso con cara de palo?
No se entienden las razones para estar tan sombrío.
La situación del Perú no es tan catastrófica. Todavía no ha llegado el ramalazo de la crisis económica mundial.
A pesar de la caída en el precio de los minerales, el crecimiento del PBI peruano aún se proyecta en 6% para este año, uno de los más altos de América Latina.
Pero con esa cara, no llegamos ni a la esquina.
En histórico contraste, Manuel Prado era un Presidente muy gracioso: cuando lo pifiaban, se sacaba el sombrero, y saludaba. Fue presidente dos veces.
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Picos y caídas: curva de popularidad presidencial según Ipsos.

INSEGURIDAD Y ENCUESTAS

El marcado bajón en la aprobación presidencial, con encuestas de 32% de popularidad, es sin duda un factor de crispación.Las protestas del 27, y en menor medida del 28, recogen en parte el malestar.
Pero una mirada más cercana a esas mismas encuestas revela que la cosa tiene más de una lectura.
El curso de los programas de asistencia social, el nivel de empleo y los ingresos salariales arrojaron más del 50% de aprobación.
Son áreas medulares en la política de inclusión social y todas fueron abordadas durante el discurso de 22 páginas que Humala leyó a lo largo de 58 minutos. En ese sentido, las expectativas siguen en buen pie.
En cambio, el gobierno cojea en la lucha contra la corrupción y, sobre todo, las políticas de seguridad ciudadana. Factores que según las encuestas, explican en buena medida la desazón popular.
Humala tampoco rehuyó esas dos papas calientes.
Sin embargo le hincó el diente a la inseguridad cuando ya habían pasado más de 40 minutos de intervención.
A pesar de ello, algunos de sus números pararon la oreja: “En el último año se han llevado a cabo 300 mil intervenciones policiales, la detención de 56,000 requisitoriados y la de otros 90,000 por la comisión de diversos delitos; se desarticuló 4,844 bandas y se intervino a 42,000 jóvenes por pandillaje. Se incautaron más de 5,000 armas de fuego”, enumeró.
También trazó 7 ejes de lucha contra el crimen entre los que incluyó la persecución a la corrupción policial y el narcotráfico.
Pero quedó la sensación de que Humala debió ser más elocuente en la materia. La inseguridad carcome su popularidad y es cada vez más evidente (ver nota Morir a los 21).
“El presidente pudo lucirse en temas de seguridad nacional. Allí es donde calza y podría ser el gran líder, pero no se ha animado a hacerlo. Ha sido muy tibió”, consideró Lourdes Flores.

ENMIENDA Y AISLAMIENTO

El discurso, por lo demás correcto, comenzó con un propósito de enmienda frente a la reciente crisis política por las designaciones del Tribunal Constitucional y la Defensoría del Pueblo.“Hemos aprendido y nos hemos rectificado. En el proceso de fortalecimiento de la democracia, eso es fundamental”, subrayó.
También le dio la vuelta a un eslogan de gobierno para actualizar el concepto de inclusión social, que tan útil le fue en la campaña:
“Ya no se trata solo de crecer para incluir, sino también, de incluir para seguir creciendo”.
La introducción del mensaje incluyó su reconocimiento de la “incertidumbre” económica mundial, que fue duramente rebatido en el twitter de Alan García.
El presidente del Consejo de Ministros, Juan Jiménez, salió a contestar al ex presidente y acusó a los apristas de “oposición destructiva”, como también tildó al fujimorismo.
Keiko Fujimori calificó el mensaje de “genérico, sin profundidad y vago en temas fundamentales”.
En buena medida, Humala paga ahora el aislacionismo político al cual se referían varios comentaristas en los días previos al mensaje.
“Esperaba que el presidente tendiera puentes con los sectores con los que se había distanciado, pero desaprovechó esta oportunidad”, lamentó el congresista de Acción Popular Víctor Andrés García Belaunde.
Su base electoral originaria ha sido dejada de lado al punto que un personaje emblemático de la primera parte de su gobierno como el ex premier Salomón Lerner Ghitis se sumó al coro de objeciones.
En cambio, el presidente de la Confiep, Alfonso García Miró cree que el discurso fue “positivo, maduro y serio. No quiso entrar en temas polémicos y polarizar el país”.
Pero en los días de “traducción” del mensaje, el premier Jiménez se ha referido a “un sector empresarial duro que está viendo siempre donde está lo negativo para poder atacar al gobierno”.
También destacó el anuncio de Humala de políticas favorables a industrializar el país, poco después de que, tras bastidores, se librase una batalla para no implementar exoneraciones tributarias a los industriales que se instalen en provincias. La Confiep y el MEF se volvieron a unir en esa oposición.
¿Siguen frescas las heridas de Repsol?

RÉCORDS EN LA LISTA

Varios pasajes del mensaje de Humala recordaron las transformaciones que el país sigue experimentando.A los reclamos por la diversificación productiva opuso las cifras de las exportaciones no tradicionales, que superan los US$ 11,000 millones y equivalen a la tercera parte del total.
Al mismo tiempo, y a pesar del vaivén de precios y conflictos, en el último año se contabilizaron US$ 8,500 millones de inversión minera, 18% más que el año anterior.
“Un récord histórico”, apuntó Humala.
Anunció hasta el 2014 la cartera de proyectos de inversión “más importante de nuestra historia” por US$ 14,400 millones.
Pero ni siquiera entonces asomó la sonrisa.

Receta de Reconexión


Uruguayo Luis Costa Bonino, ex asesor de Humala, y la reorganización de la comunicación presidencial.
Problemas de también políticos.
El estratega político que suscribe esta opinión hizo un temprano y solitario pronóstico de quienes pasarían a la segunda vuelta en el 2011 (CARETAS 2169) y luego asesoró a la campaña de Ollanta Humala durante las elecciones presidenciales. En una campaña electoral, en el sur de Francia, un joven candidato hacía sus primeras armas en la política. Muy nervioso, subió al estrado a decir su discurso. Cuando terminó, se dirigió, abriéndose paso entre el público, a un veterano de la política, que era su referente más admirado. “¿Qué le pareció mi discurso?” Le preguntó, con mucha expectativa. “Bien”, comentó el experimentado dirigente. “Sólo le haría tres pequeñas observaciones. La primera, haber leído. La segunda, haber leído mal. La tercera, haber leído un texto que no merecía ser leído”.
Las enseñanzas de este viejo político deberían orientar siempre las presentaciones públicas de todo candidato o de todo titular de un cargo electivo. Si quiere devaluar el impacto de su comunicación en un discurso, entonces lea y olvídese del público.
El Mensaje a la Nación del Presidente Ollanta Humala se dio en un contexto político complejo. Los datos de imagen pública y aprobación de gestión del Presidente habían iniciado ya una peligrosa curva descendente. Ésta era una ocasión inmejorable para revertir esa tendencia.
El Presidente, leyó su discurso. Así lo dice la constitución. Pero pudo hacer una gran intervención, apoyado en los textos, pero yendo de frente al encuentro de los interlocutores. En cambio, se subordinó a sus hojas escritas. Con esa decisión, tomó sin quererlo unas cuantas decisiones implícitas adicionales. Decidió no hacer crecer, sino por el contrario devaluar, su autoridad. Decidió no tener un contacto afectivo y personal con los ciudadanos. Decidió no hablarles uno a uno a los Congresistas. Decidió no seducir ni ganar el apoyo de su auditorio. Decidió que su discurso fuera intrascendente.
En situaciones de crisis, o de dificultades políticas, lo que no suma, resta. Ante cada presentación pública, un dirigente político y, muy particularmente el Presidente, debe tener diseñado el camino para pasar de una situación determinada de autoridad, a otra situación de autoridad, de prestigio y de apoyos, mejor, más fuerte y más consolidada.
Para superar situaciones políticas adversas, fortalecer su imagen y mejorar el estado de la opinión en torno a su gestión, el Presidente Ollanta Humala no puede leer más sus discursos fríamente. Debe interpretarlos, poner su personalidad, su decisión y su liderazgo, por encima de las hojas escritas. Ésa es la primera frontera, imperativa, absoluta, para recuperar el terreno político perdido.
La forma de sus discursos es fundamental. Pero igualmente importantes son sus contenidos. Decía alguien que ser elocuente y persuasivo en la defensa de sus ideas es muy fácil, lo difícil es saber, con claridad, cuáles son esas ideas.
El Mensaje del Presidente a la Nación acumuló una enorme cantidad de palabras y de datos indiferenciados, sumados y no jerarquizados. Es imposible seducir con números, con cifras, con datos, con nombres de programas, de oficinas o de ministerios.
Un discurso político nunca puede ser inductivo. Nunca puede despertarse un sentimiento político relevante mediante la enumeración de una enormidad de datos particulares. Los discursos políticos poderosos siempre siguen una ruta deductiva, es decir, parten de lo general, de ideas poderosas, abarcativas, universales, para llegar a decisiones concretas, comprensibles, cercanas, palpables, visibles.
Un Presidente en un Mensaje a la Nación debe dirigirse a los Congresistas y a los ciudadanos. Debe definir con claridad las líneas orientadoras de su gobierno. Tiene que incluir en su discurso, poner en juego, sus ideas, sus valores, sus creencias, argumentar por qué está tomando un curso de acción, una medida de gobierno y no otra.
La ruta inductiva, la de datos y números, le cierra el camino a lo más importante del vínculo político entre un líder y los ciudadanos, electores o seguidores: el sentimiento, la seducción y la confianza.
En el Mensaje a la Nación del Presidente, la lectura del texto bloqueó los caminos de la autoridad y el liderazgo, sumó datos y más datos. Pudo haber presentado primero sus pasajes conceptuales, haber convencido en torno a sus opciones, para luego apoyarse en datos precisos, breves, impactantes. No fue asertivo, sino condicional y relativo.
Los ciudadanos, los electores y los seguidores de un líder político necesitan guía, orientación, definiciones, un camino y perspectivas claras. La actitud democrática debe mostrarse en su vínculo con los demás actores políticos, pero en sus decisiones debe haber autoridad, fundamento y determinación. Un Presidente debe mostrarse con ideas claras, con un camino definido, con voluntad fuerte, con decisiones asumidas y con opciones de implementación ya evaluadas.
Cuando un Presidente se dirige a los ciudadanos, mirando a la cámara, a su audiencia y no a sus hojas escritas, cuando pone toda su atención en darle el énfasis y la fuerza a sus palabras que genera la elocuencia, y no debe poner su atención en no leer mal, se inicia un contacto directo entre el Presidente y los ciudadanos que tiene un inmenso poder de persuasión. Cuando eso ocurre, milagrosamente, los datos negativos que aparecen en las encuestas comienzan a revertirse. Lo que era antes imposible se hace fácil. El Presidente se comunica con la Sociedad, se hace escuchar por su país.
¿Y quién puede ayudar hoy al Presidente? Antes que nadie, él mismo. Debe saber que la mayor parte de sus problemas de hoy son de comunicación y son políticos. Estos problemas no los soluciona ni una agencia de publicidad, ni un hacedor de spots, ni un media trainer. Los problemas políticos se arreglan con herramientas políticas. Con buenos discursos políticos, dichos de una manera auténtica, directa, poderosa. Las palabras justas tienen un inmenso poder. El Presidente Humala necesita hoy un respaldo profesional para la construcción de sus discursos, para la manera de decir sus discursos, para que se fortalezca su autoridad en el intercambio con los demás actores políticos.
Ayudar al Presidente es ayudar al Perú. Lo peor que le puede ocurrir a un país es que se erosione la autoridad presidencial, porque se erosiona la democracia y el país entra en un camino de incertidumbres y amenazas.
Tal vez el mensaje más claro del Mensaje a la Nación, es que tiene que haber, en materia de comunicación presidencial, un antes y un después de este 28 de julio. (Escribe: Luis Costa Bonino*)
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*Doctor en Ciencia Política Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de París

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