No existe racismo, solamente gente acomplejada
Publicado: 2013-09-17
“Lo único que veo en esta página es una sarta de acomplejados” decía una chica limeña cuando desde Ciudadanos Luchando contra el Racismo denunciamos la publicidad por el Día del Niño. La joven, que trabajaba para una empresa de publicidad negaba que el uso exclusivo de imágenes de niños blancos tuviera alguna consecuencia porque “los niños no se dan cuenta de si hay diferencias en un niño negro o blanco, cholo o no, por ende no existe tal daño de autoestima”, llegando a sostener “mi hijo de 4 años es blanco y tiene miles de amigos de distintos tipos”. Defendiendo a su empresa, que precisamente tenía entre sus clientes a Plaza San Miguel, declaraba que “la publicidad no me afecta y tampoco a las personas” e insistía que quienes se quejaban eran “acomplejados”.
En las últimas semanas, el término “acomplejado” se ha repetido sucesivamente, para descalificar a Mónica Carrillo por denunciar ante el Ministerio de Transportes y Comunicaciones a Frecuencia Latina debido al personaje El Negro Mama (y haber logrado una sanción sin precedentes). Igualmente, se tilda de “acomplejado” a todo el que considera racista la publicidad de Frito Lay en que Jorge Benavides imita a Jefferson Farfán.
No es un argumento nuevo: recuerdo que la mamá de un amigo de la Universidad negaba que en el Perú hubiera racismo, atribuyendo las quejas a “gente acomplejada”. Lo curioso era que su propio hijo había recibido muchas formas de racismo en la respetable Universidad donde estudió.
Una de las explicaciones sobre la tendencia de tantos peruanos a negar el racismo es que se trata de un mecanismo de defensa, para evitar la incomodidad de admitirse como discriminador o el dolor de reconocerse como discriminado… y muchas personas en el Perú pueden estar en ambas situaciones. Aún más doloroso puede ser reconocer que las personas que uno quiere han sido racistas o han sufrido racismo, como le podría ocurrir a la mamá de mi amigo.
Al mismo tiempo, muchos peruanos niegan que exista racismo por un fenómeno de naturalización: la miseria en que viven tantas personas de rasgos andinos es una situación normal o “es su culpa”. También prefieren así pensar que todos los problemas que sufren los negros son “por su culpa”. De esta manera los prejuicios racistas son considerados simplemente como reflejo de la realidad.
Un problema adicional es que el escape tradicional de las víctimas del racismo en el Perú ha sido buscar a otro “más débil” para discriminarlo. Hace unas décadas, las víctimas del racismo eran los chinos. Ahora es lo que ocurre con quienes son más andinos que el resto, aunque, en general, el mayor ensañamiento lo reciben los peruanos negros. De esta forma, millones de peruanos discriminados han asumido también el rol de discriminadores.
Entretanto, la negación del racismo tiene como consecuencia la ausencia de políticas públicas para enfrentarlo. Por ejemplo, las campañas del Ministerio de Educación contra el bullying, lo reducen a conflictos individuales entre una víctima y un agresor. Se olvida que en los colegios peruanos muchas veces el bullying tiene carácter colectivo hacia determinados alumnos por sus rasgos físicos u otras razones (contextura, orientación sexual, origen). Más que un agresor violento y cruel, existen pequeños actos de agresión cotidianos y continuos, realizados y celebrados por todo el grupo. Las “bromas” hacen que inclusive discriminar parezca divertido (para los perpetradores, naturalmente). Una situación similar puede ocurrir en oficinas y centros de trabajo.
Quienes prefieren llamar “acomplejado” al que se queja por el racismo no sólo niegan que este problema exista sino que así pueden continuar maltratando a sus víctimas o desentendiéndose de ciertos problemas. Al señalar que simplemente hay “personas acomplejadas” se busca reducir las quejas a un problema psicológico de quien lo está denunciando. Este es considerado un paranoico, que “está predispuesto a ver racismo en todas partes” y ridículamente sensible “que ve racismo donde no ha habido ninguna intención de ofender”. El “acomplejado” inclusive tiene problemas de sociabilidad, porque no sabe entender bromas.
-En el lugar donde yo trabajaba había muchas bromas racistas hacia abogados de ascendencia andina, pero éstos aguantaban, porque no podían darse el lujo de perder el trabajo –me dice una cooperante canadiense… que laboraba nada menos que el Ministerio de Trabajo.
Como señalamos anteriormente, la misma actitud se aprecia cuando una persona se disgusta por alusiones no deseadas a su contextura física, la edad o inclusive alguna discapacidad. Un elemento tan importante como la sensibilidad de la otra persona, parece irrelevante para muchos peruanos. ¿Aprenderemos a relacionarnos cotidianamente sin violencia, sin racismo y sin discriminación o seguiremos como la joven empleada agrediendo a quienes se atreven a quejarse?
Ayer nos escribió la empresa de publicidad para decirnos que estaban en total desacuerdo con las declaraciones de su empleada y que ésta dejó de trabajar allí hace tres semanas.
La lucha contra el racismo implica privar a millones de peruanos del sádico placer de humillar a quienes consideran más débiles.
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