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viernes, 27 de septiembre de 2013

Una peruana desnuda (al fin)

Tatiana Astengo rompe con la cucufatería de las modelitos peruanas 

Publicado: Hace 1 hora
Nada mejor que terminar la semana con una nota distendida y alejada del mundanal ruido político nacional. Esta mañana de primavera lluviosa nos ha traído la grata sorpresa de una mujer peruana posando desnuda, lo cual ya de por sí es todo un acontecimiento nacional en un país caracterizado por la cucufatería infantil en estos asuntos. Tengo que correr al quiosco a comprar, por vez primera, la revista SOHO Perú que parece haber alcanzado al fin una dimensión internacional, alejándose de su habitual perfil provinciano.
La sorpresa nos la da la bella Tatiana Astengo, quien a sus 46 años demuestra que una mujer puede llegar hasta esa edad en perfecto estado de conservación. Pero además de belleza física ha mostrado inteligencia y carácter al declarar a la prensa: “Cuando decidí hacerlo dije: conmigo desnudo integral, nada de ‘mariconadas’, ni con calzoncito y esos falsos pudores. Eso es pura ‘cucufatería’. Un desnudo integral. De eso trata. En la sociedad falta acercarnos a nuestra propia desnudez”. Palabras diáfanas que dejan poco que comentar, muy diferentes a las clásicas excusas de nuestras modelitos: mi papá no quiere, mi moral no me permite, mi novio se opone, tengo hijos menores...
El desnudo es un arte. No es pornografía ni cochinada, como piensan esas modelitos que apenas se atreven a posar en calzoncito y con las manos sobre los senos, dando un penoso y patético espectáculo de cucufatería provinciana. Además el desnudo es toda una industria que muchos países explotan y exportan. Colombia, por ejemplo, lidera la exportación de belleza femenina en la región, por encima de Brasil y Venezuela. No solo porque tiene mujeres bellas sino -y sobre todo- porque han sabido despojarse de esos pudores idiotas tan propios de una sociedad subdesarrollada. Mientras Perú se empeña en exportar la carapulcra y el ají de gallina, Colombia ha conquistado las pasarelas y las vitrinas de EEUU con la belleza de sus mujeres, quienes aparecen en las mejores revistas y series de TV. Por supuesto que los ingresos que reportan la industria gráfica y de la moda son mucho mayores que los que puede dar la comida sin franquicias.
Lo curioso es ver el retroceso mental producido en el Perú. Ya en los 90 se dio inicio formal a los desnudos con modelos como Susan León y Mónica Cabrejos quienes produjeron los calendarios más calentones de la época. Pero luego se dio un curioso retroceso mental, la beatería se apoderó de nuestra sociedad. No se trata solo de las mujeres sino incluso de la prensa que suele censurar los desnudos cubriéndolos con ridículos mosaicos, tal como han hecho hoy con Tatiana Astengo. Existe una censura mental que predomina en el ambiente y nos relega a una situación lamentable, por lo que muchas modelos internacionales no ven al Perú como una plaza. Esto ocurrió con Larissa Riquelme, quien llegó con muchas ilusiones pero tuvo que irse del Perú porque acá nadie estaba dispuesto a permitirle hacer ni a publicar sus desnudos. En cambio, en los demás países sí supieron aprovechar la ola de popularidad y encanto que produjo la "novia del mundial".
La situación es tan penosa que algunas bellas peruanas, como Andrea Montenegro y Natalia Gallardo, tuvieron que emigrar para realizarse como modelos y artistas en el extranjero por su cuenta. No les fue tan mal, pero tampoco tan bien como podría haberles ido si contaran con el sustento de una industria gráfica y de la moda local, como ocurre con colombianas, argentinas, venezolanas y brasileñas. En este terreno estamos todavía en pañales, y fundamentalmente por cucufatería. Tenemos una fuerte beatería que suena más a hipocresía cuando nuestras modelitos aseguran rechazar propuestas de Playboy porque su moral no les permite posar desnudas, para después protagonizar ampayes, broncas de callejón y hasta casos de narcotráfico, para no hablar de la tan comentada prostitución de alto nivel.
Por todo ello no queda más que aplaudir, felicitar y agradecer a Tatiana Astengo por esta lección de madurez y encanto. Sin duda no es más que un día de sol en medio del invierno mental que padecemos, pero vale la pena salir y comprar esa revista que lucirá en la vitrina de todo buen coleccionista.

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