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viernes, 6 de abril de 2012

Libro ::::

Juicio Nada Santo

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“¿A quién quieren ustedes que les ponga en libertad: a Jesús Barrabás, o a Jesús, el que llaman el Mesías?” –preguntó Pilato.
Abogado Roberto Miranda publica “El expediente de Cristo”. Libro analiza jurídicamente el juicio (y sus vicios) contra el Nazareno.Jesús es tan significativo para el mundo occidental que trazó la línea que divide la historia: antes y después de Cristo (a.C. y d. C., respectivamente).
Aunque ahora muchos asocien la semana santa con cuchipandas y francachelas, lo real es que conmemora la pasión, muerte y resurrección del Nazareno.
Precisamente “El Expediente de Cristo”, escrito por el doctor en derecho Roberto Miranda, director ejecutivo de la Sociedad Bíblica Peruana, hace un análisis jurídico e histórico del juicio a Jesús. Luego de señalar las “generales de ley” del reo cuyo alias era “Cristo”, el texto refiere su prontuario: “usurpación de funciones divinas al perdonar pecados, sanar enfermos en el día de reposo, comer sin cumplir leyes higiénicas y ser amigo de gente de dudosa reputación”.
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Libro cuenta con infografías, croquis y mapas.
¿Pero por qué era peligroso un humilde “provinciano”, hijo de un carpintero, que “no tenía belleza ni esplendor” (libro de Isaías, Cap. 53 2-12)? Porque luego de haber “alimentado dos veces a más de 5 mil personas, resucitado al hijo de la viuda Naím, y a Lázaro” ingresaba a Jerusalén entre vítores como “hosanna, hosanna (sálvanos ahora)”. Era un personaje con arraigo popular que cuestionaba el statu quo. Era peligroso. “Era mejor que un hombre muera a que toda la sociedad sea afectada por éste”.En los “tiempos bíblicos” las provincias de Judea y Galilea estaban bajo la bota del Imperio Romano.
Según el derecho judaico “el poder judicial y religioso lo ejercía el Sanedrín” (conformado por los conservadores Saduceos y los estrictos Fariseos y dirigido por el sumo sacerdote). Por tanto “gozaba de competencia para someter a juicio a blasfemos y falsos profetas”.
Sin embargo, al ser una colonia, “los romanos limitaban las funciones del Sanedrín”. Jesús había sido “requisitoriado” por los principales líderes religiosos, quienes habían conseguido un “colaborador eficaz”: Judas Iscariote.
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La apelación era una posibilidad que solo tenían los ciudadanos romanos. Jesús no lo era.
El libro de Roberto Miranda cuestiona el juicio porque, primero, “según el derecho judaico el arresto procedía para delitos flagrantes (en el preciso momento de su perpetración)”. Sin embargo, Jesús fue prendido tranquilamente en el jardín de Getsemaní. Luego fue juzgado en casa de Caifás, que no era el “Gazith”, sede oficial del Sanedrín. Lo que violaba la transparencia del procedimiento.
Además fue sometido a un “juicio sumario (procedimiento judicial breve) que restó seriedad a la trascendental decisión”.
Por si fuera poco, hubo una duplicidad de juicios. Fue religioso (por blasfemia al autodenominarse hijo de Dios) y político (por sedición). “Fue una fórmula para agravar su situación jurídica. La sedición era lesa majestatis: contra la majestad del imperio”.
“El cargo fue probado con testigos falsos que aseguraban que Jesús estaba en contra de pagar tributo al César y alborotaba a la gente. Así los acusadores se aseguraban la pena de muerte, le quitaban el título de Mesías o libertador y se congraciaban con Roma”.
El abogado Miranda apunta que Pilato se lavó tres veces las manos. La primera es cuando arguye no tener jurisdicción sobre Galilea (de donde era Jesús). Se lo envía a Herodes (quien estaba esos días en Jerusalén). Pero Herodes evita el problema y lo devuelve a Pilato.
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En la época de Jesús no había derecho a un abogado.
La segunda “lavada de mano” es cuando proclama la inocencia de Jesús, ordena que lo azoten y luego lo liberen. Pero ante la arremetida del Sumo Sacerdote, recula: “¡Si lo dejas libre no eres amigo del emperador! ¡Cualquiera que se hace rey es enemigo del emperador! (San Juan, Cap. 19. 7-16)”.Finalmente, hace que el pueblo elija entre Barrabás y Jesús: “Yo no soy responsable de la muerte de este hombre; es cosas de ustedes”. (San Mateo, Cap. 27. 15-26).
Pudo ser apedreado (como Esteban, el primer mártir del cristianismo), decapitado (como Juan el Bautista), o desbarrancado (como casi sucede cuando salió de la sinagoga de Galilea). Pero se eligió la ejecución más cruel: la crucifixión.

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