POR: HUGO ROBLES
Soy tio de una niña de 4 años y, si algún miserable le hiciera daño, sería capaz de cometer una locura. No me importaría lo que me pase. Por eso creo entender el inmenso dolor de los padres de la pequeña Romina, quien quedó cuadripléjica por las balas asesinas de un cobarde.
Esta tragedia me parece tan terrible, como para que algún político busque sacar algún provecho de tipo personal o partidario. Estoy seguro que si hacemos una encuesta, la pena de muerte es un clamor popular, pero prácticamente es imposible de llevar a la práctica en nuestro país.
Si un candidato a la Presidencia lo lanza alegremente, puede ser tomado como demagogia pura. Además, no creo que Keiko sea la más indicada para hacer este tipo de propuestas. Porque su padre, precisamente, fue condenado a 25 años de prisión al ser declarado culpable de homicidio calificado y asesinato con alevosía, lesiones graves y secuestro por Barrios Altos y La Cantuta.
En esas dos matanzas fueron ejecutadas 25 personas, entre niños, mujeres y jóvenes, en 1991 y 1992. Por eso no le creo una sola palabra a Keiko ni a su papá. Si tanto se conmueve ante el dolor que provocan los asesinos despiadados, entonces que sea más justa, más equitativa, y pida pena de muerte para todos ellos, y no solo para algunos. Además, sabe que en nuestro país, la Constitución no permite estas ejecuciones. Y que estamos dentro del ámbito jurídico de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que también las prohíbe.
Una persona que pretende ser Presidenta de la Nación no puede mostrar tan poca seriedad. En China, donde hay pena de muerte, todos los años son eliminadas decenas de personas. Entre ellas, funcionarios del Estado condenados por corrupción. Ahí, la autoridad pública que roba es ejecutada sin contemplaciones. Así que mucho cuidado con lo que se pide. Más, si se tiene un papá en cuyo gobierno se hizo humo más de 6 mil millones de dólares de las privatizaciones.
COLABORADOR HUGO ROBLES
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