google42f3ca3d0a624984.html SIETE DIAS CASMA: AGUA CON ESTRONCIO

jueves, 15 de diciembre de 2011

AGUA CON ESTRONCIO

INTERESANTE RELATO DE TEOFILO VILLACORTA CAHUIDE, PORSIACASO, PARA LOS VENGATIVOS, SIMPLEMENTE ES UNA CREACION LITERARIA, CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES SIMPLE COINCIDENCIA.



AGUA CON ESTRONCIO



Corría un año del segundo milenio, y en el pueblo se vivía una suerte de ignorancia funcional y no funcional: no tener computadora en casa, o tenerla y no usarla, era en cierto modo vivir en la ignorancia. En ese ambiente, los poblanos, conscientes o no, eligieron a un alcalde cuya celebérrima torpeza era notoria gracias a su atropellada lengua que utilizaba para deslizar frases inoportunas, muchas veces lindantes con la absurda fantasía. Por lo que, a fuerza de incurrir en esa falta de clara oralidad, se había ganado apelativos no menos desdeñosos como burro, bestia, animal… Y no solo los espacios luminosos de la memoria, sino, principalmente los virtuales, fueron llenándose con las más variadas diatribas, en base a estos adjetivos, posiblemente justificados que hasta sus más conspicuos seguidores se resignaron a aceptarlos, obviamente de modo soterrado, o como dirían ellos por la sombrita.

Y fue en una de esas nada elocuentes intervenciones, frente a una desnutrida masa de seguidores que luchaban contra la contaminación de una poderosa empresa minera, cuando, no sé por qué extraño motivo, deslizó la absurda teoría de que la presencia del estroncio en el agua estaba reduciendo las hormonas masculinas entre sus pobladores. Noticia, como era de esperarse, dio la vuelta al mundo rápido, evidentemente con una alta dosis de sorna. Los medios de comunicación televisivos y radiales, luego de haber consultado a científicos, especialistas en estos asuntos, lanzaron la noticia como un hecho insólito; hasta los periódicos chicha, ávidos de esas notas curiosas, no dudaron en imprimir con letras coloreadas la noticia que en otros tiempos hubiera servido como una perfecta cortina de humo. ¿Acaso no era esta una perfecta distracción generada por el servicio de inteligencia de la minera contra la cual estaba luchando el pueblo? El rumor corría fuerte como un turbulento río, pues días antes habían visto a la autoridad conversando privadamente, en uno de los altos de su vivienda, con funcionarios de la minera en cuestión.

Cortina de humo o torpeza involuntaria, la noticia había generado una mezcla de ira y agrio humor colectivo. En el terminal de buses, conductores y cobradores, al saber el destino de pasajeros a Huarmey, preguntaban, cachacientos, sí seguían bebiendo agua con estroncio. Hasta los niños de las instituciones educativas de primaria se deleitaban con la infeliz chacota de que su pueblo ya no se llamaría Huarmey sino Huarguey, cosa de niños, decían sus profesores, despreocupados de todo. Los más jovencitos, los de la secundaria, si que reflexionaban seriamente frente a esas turbulentas expresiones y refutaban categóricamente la burrada del alcalde (para reproducir sus propias palabras, aunque no el tono altisonante con que lo decían) Hasta Milosz, arqueólogo polaco, afincado buen tiempo en Huarmey y Culebras, con esa buena cuota de pendejada que desbordaba a través de su fluido castellano, decía que ahora estaba consumiendo agua mineral traído en grandes porrones desde Lima porque, a pesar que era amigo de la Manzanera, no estaba dispuesto a volverse como ella.

Pero el postre que coronó el suculento banquete de burlas vino cuando el alcalde, en su afán de refutar la supuesta burla de una periodista y conductora de un programa televisivo, le dijo que como huarmeyano estaba dispuesto a llevarla al paraíso diez o quince veces, demostrándole así su supuesta cuestionada virilidad; es decir, hablando coloquialmente, ofrecía meterle hasta quince paradisiacos polvos. Declaraciones que, gracias a la desatadura de su lengua, causó nuevamente el sarcasmo, esta vez, de algunas desprejuiciadas mujeres que lo imaginaban como un posible semental; pero para otras, más conservadoras y juiciosas, el verdadero semental era esa masa de ideas obtusas y carcomidas por falta de lectura, fermentado en su insondable cerebro.

Pero ¿qué fue lo que pasó por el cerebro del alcalde para lanzar tales afirmaciones? Algunos pobladores persistían en creer que era una buena cortina de humo, otros le atribuían a su torpeza natural otorgada por algún dios oscuro de la perversidad; pero hubo un considerable número de hombres que arribó a la conclusión de que dichas expresiones eran relativamente justificables porque el alcalde, de tanto ser comparado con los pobres animales, terminó por creer que vivía en un resplandeciente mundo fauno y por tanto confundió que el estroncio, al igual que a los animales machos, estaría afectando la virilidad de los huarmeyanos.



TEOFILO VILLACORTA CAHUIDE

1 comentario:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar