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lunes, 6 de enero de 2014

ilustración: eldesconcierto.cl

El afán de controlar todo

Necesitamos una prensa plural y estimulante, no monocorde y apabullante, dice el psicoanalista Jorge Bruce.

Publicado: Hace 1 hora
Se establecen sinergias con los grandes contratos estatales, porque nadie quiere pelearse con grupos que aúnan el poder económico con el mediático y, en consecuencia, el político. Eso podría ocurrir acá si prospera la concentración de medios actual, un récord mundial. Es irónico: lo que tanto se temía que haga Humala, imitando a Chávez, se está haciendo desde la orilla ideológica contraria. Controlar, controlar. A continuación compartimos la columna de Jorge Bruce en La República.

El afán de controlar todo, desde los aspectos más nimios de la vida, como el color de la tinta de mi lapicero, hasta los más esenciales, como la duración de esa misma vida, pasando por el amor que damos y recibimos, sin olvidar nuestro deseo sexual, los humanos siempre hemos pretendido actuar sobre las circunstancias que nos determinan.
El debate fundamental sobre la concentración de medios que se da estos días en nuestra sociedad no escapa a esa pulsión. En el Perú hemos conocido el intento de hacerlo a través de la imposición dictatorial, en la época del general Velasco. En aquella época, la ideología que abrazaba sin sentido crítico me impidió entender que esa medida era un abuso y violentaba no solo las leyes del país, sino las más elementales reglas de convivencia. Los diarios eran de izquierda y sus titulares y contenidos apoyaban al Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada. Hasta que comprendí la grosera manipulación mental que subyacía a esa apropiación de la propiedad privada, por un lado, de la opinión pública, por el otro.

Durante la época del fujimontesinismo ese proyecto se llevó a cabo por otra vía, que recordamos mejor por su cercanía en el tiempo. La corrupción y degradación de la vida pública llegó a unos extremos sin precedentes, los cuales sintonizaban sin embargo con unos afectos comprensiblemente rabiosos y asustados, de una parte considerable de habitantes en una sociedad injusta y discriminadora. Pero en el fondo había algo muy similar a lo ocurrido durante la dictadura previa, pese a sus diferencias de intención: el intento de dominar el pensamiento de las mayorías, a favor de su proyecto político.

Como la historia insiste, ahora tenemos que nuevamente enfrentar una situación de concentración de medios, pero esta vez por el camino empresarial. Poder militar, corruptor o económico. El asunto es que si se instaura el desequilibrio (que en realidad ya existía), la democracia se fragiliza aún más. No es que se pueda gobernar la opinión pública a punta de portadas: es que se la deteriora. No importa que el intento de demoler la imagen de Humala en las elecciones pasadas haya fracasado. Lo relevante es que necesitamos una prensa plural y estimulante, no monocorde y apabullante.

El caso francés, muy citado estos días, es interesante porque pese a sus claras restricciones (si La República hubiera comprado Epensa, por ejemplo, habría violado la ley francesa, que ya violaba El Comercio), no está funcionando adecuadamente. Poderosos grupos industriales como Bouygues o Dassault controlan la prensa vía el accionariado. No es pues solo un problema de opinión y publicidad. Se establecen sinergias con los grandes contratos estatales, porque nadie quiere pelearse con grupos que aúnan el poder económico con el mediático y, en consecuencia, el político. Eso podría ocurrir acá si prospera la concentración de medios actual, un récord mundial. Es irónico: lo que tanto se temía que haga Humala, imitando a Chávez, se está haciendo desde la orilla ideológica contraria. Controlar, controlar.

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