google42f3ca3d0a624984.html SIETE DIAS CASMA

lunes, 16 de enero de 2012

SE CAYÓ LA MORDAZA

Reconozco que no pensaba que el presidente Ollanta Humala iba a observar, a última hora, la nefasta “Ley mordaza”, que fue impulsada en el pepecista Javier Bedoya de Vivanco y aprobada casi por unanimidad por el Congreso. La ley penalizaba con cárcel efectiva, de cuatro años, a cualquier periodista que difundiera comunicaciones obtenidas de manera ilegal. La mencionada norma partió, en primer lugar, con un apetito de venganza de Javier Bedoya porque Jaime Bayly difundió el “potoaudio” de Lourdes Flores, con el cual el ex “Tío terrible” machacó hasta el hartazgo y le bajó la llanta a “Lulú”, beneficiando a Susana Villarán.

¿Por qué caló tanto en los congresistas que votaron unánimemente por el controvertido y atentatorio proyecto? Por algo muy simple: algunos de ellos engañaron a sus electores y se infiltraron al Congreso, pese a tener una conducta que rayaba con el delito: el “Comeoro” y la “Robacable” ingresaron como “topos” al Parlamento, pero las investigaciones periodísticas los desnudaron, denunciando sus delitos y están a punto de ser expectorados del Congreso. Pero hay otros que están temblando y odian, en silencio, a la prensa. Esta ley les permitía vengarse de los medios que destaparon “faenones” y corruptelas. ¿Acaso el “chuponeo” de los “petroaudios” no permitió traerse abajo a un Gabinete con varios ministros ampayados con las manos en la masa?

Los periodistas deben ser los primeros en defender y respetar el derecho de las personas a la intimidad y privacidad de sus comunicaciones… pero hay casos y casos. Cuando se trata de personajes que tienen cargos públicos, la cosa cambia, hay un interés de la ciudadanía. Peor aún, si esas comunicaciones desnudan despilfarros o malversaciones de fondos del Estado que, a fin de cuentas, son de todos los peruanos.

Con justa razón, los directores de los principales diarios se reunieron con el presidente del Congreso para explicarle que esta norma solo iba a servir para amedrentar y obstaculizar el trabajo de investigación, fiscalización y profilaxis del poder y sus tentáculos que debe ejercer un periodista honesto y preocupado por la verdad. Pero todo fue en vano, como buenos “otorongos”, la aprobaron sonrientes, casi con chacota, alguno hasta llegó a murmurar “los jodimos”, y varios congresistas terminaron festejando su “venganza”. Siempre lo hemos recalcado.

Los periodistas deben autorregularse. Aquí, nunca vamos a publicar un audio de una conversación privada, por ejemplo, de Paolo Guerrero o el “Loco” Vargas, como lo hizo algún diario amarillo inglés con políticos, artistas y futbolistas de ese país, pero ahora ya está en el cementerio de papel. Tampoco las conversaciones íntimas de un político con su amante. Pero si un hombre de prensa tiene en sus manos el audio de un ministro o un funcionario público orquestando un “faenón”, está en todo el derecho de publicarlo porque es de interés nacional.

Felizmente, el presidente Ollanta Humala, si bien jugó al misterio, “observó” el engendro, perdón, la ley a cuatro horas de que termine el plazo. Uno no puede ser mezquino. Ollanta, pese a sus abrazos y actitudes de compadre con dos enemigos de la libertad de expresión como Hugo Chávez y Rafael Correa, demostró que, en este caso, defendió la libertad de expresión y no está de acuerdo con leyes que lo único que buscan es amordazar a la prensa.

Con una prensa sin mordazas y libre, el país puede tener herramientas para combatir de mejor manera la corrupción. En cambio, donde no hay libertad de prensa, los “faenones” son pan de cada día y los funcionarios o gobernantes acaban robándose la plata del tesoro público para colocarla en paraísos fiscales en el Caribe o Suiza.

Hugo Robles Cruz

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