Periodista Edwin Azaña: Waldo Ríos, Victoria Espinoza y Valentín Fernández, un trío nefasto
24.09.2014 23:13
Qué tienen en común Waldo Ríos, Victoria Espinoza y
Valentín Fernández: son cuestionados por haber coqueteado con la
corrupción y tienen muchas posibilidades de ganar las elecciones el
próximo cinco de octubre. Hace unos meses rondaba por mi cabeza aquella
alternativa que parece ser parte de algún guión de una película
tenebrosa de Quentin Tarantino, pero ahora podría convertirse en
realidad.
La elección de Waldo Ríos, Victoria Espinoza y Valentín Fernández sería como una broma de mal gusto, una contradicción de la vida, una puñalada a la fibra más sensible de la moral y la ética en una ciudad que precisamente requiere dosis urgentes de honestidad para recuperar la dignidad (si es que alguna vez la tuvo).
Ríos, Espinoza y Fernández tienen indicios de haberse bañado en el negro y mal oliente fango de la corrupción en más de una oportunidad y de haber usado el poder para beneficiarse tanto ellos como a los de su entorno. Sin embargo, están a pocos días de ser el nuevo presidente regional de Áncash, la alcaldesa de Chimbote y el alcalde de Nuevo Chimbote gracias al voto de la mayoría, una mayoría que suele equivocarse e impone su autoritarismo con sus decisiones sesgadas y convenidas.
Las preferencias electorales que tiene el triunvirato del mal refleja la doble moral que aflora en la sociedad peruana que exige a gritos destemplados transparencia, pero que tampoco se hace problemas al momento de “confiar” en alguien que tiene denuncias por haber hecho un mal uso de los recursos públicos.
Es similar cuando la gente despotrica de los medios de comunicación porque pasan muchos muertos, sin embargo cuando hay un accidente en la calle corre a mirar el cadáver y espera con ansias la hora del noticiero para ver la sangre.
Votar por ese trío implica carecer de valores y que para algunos la honestidad es como una alhaja sin mayor importancia.
Es una muestra de que a la gente le importa nada los antecedentes negativos del candidato que pronto tomará las riendas de su destino. Es increíble cómo algunas personas todavía prefieren la supuesta eficiencia por encima de la conducta intachable. Tal obnubilación política puedo entenderla en gente imposibilitada de tener acceso a la información, pero no en aquellos que cuentan con mayores herramientas cognitivas y tecnológicas para enterarse del pasado del aspirante a nueva autoridad.
Waldo Ríos (Puro Áncash) quiere ser presidente regional de Áncash, pero fue condenado por haber recibido dinero de la mafia fujimorista en los noventa. Victoria Espinoza (Río Santa Caudaloso) pretende ser nuevamente alcaldesa de Chimbote, sin embargo pesa sobre ella una denuncia por supuesta sobrevaluación de más tres millones de soles en la compra de los mal llamados “semáforos inteligentes”, el asfaltado del jirón Espinar que ejecutó en su gestión es una oda a la mediocridad (la empresa responsable empezó a trabajar antes de que se abrieran los sobres de la licitación) y mal invirtió más de 25 millones de soles en la construcción de un mercado fantasma.
Valentín Fernández (Vale Áncash) quiere regresar a la Municipalidad de Nuevo Chimbote, pero se fue del país ni bien perdió las elecciones en 2010 y dejó impagos a sus trabajadores que tanto lo defendían, en su gestión también se realizó un sospechoso robo a la base del Serenazgo y solía usar las cámaras de video – vigilancia para seguir a sus opositores.
Es una pena que luego de haber pasado por uno de los gobiernos más corruptos de nuestra historia todavía hay gente que piensa votar por gente que precisamente no tiene a la decencia como su mejor aliada.
Todos los candidatos ahora ríen y son generosos en público, pero cuando las cámaras se apagan muestran su verdadera personalidad de comandante mandón y autoritario.
“El hipócrita mide su generosidad por las ventajas que de ella obtiene, concibe la beneficencia como una industria lucrativa para su reputación. Antes de dar, investiga si su donación tendrá notoriedad”, dice José Ingenieros en El Hombre Mediocre. Totalmente cierto para muchos políticos actualmente en campaña. (Tomado de cuenta de facebook)
La elección de Waldo Ríos, Victoria Espinoza y Valentín Fernández sería como una broma de mal gusto, una contradicción de la vida, una puñalada a la fibra más sensible de la moral y la ética en una ciudad que precisamente requiere dosis urgentes de honestidad para recuperar la dignidad (si es que alguna vez la tuvo).
Ríos, Espinoza y Fernández tienen indicios de haberse bañado en el negro y mal oliente fango de la corrupción en más de una oportunidad y de haber usado el poder para beneficiarse tanto ellos como a los de su entorno. Sin embargo, están a pocos días de ser el nuevo presidente regional de Áncash, la alcaldesa de Chimbote y el alcalde de Nuevo Chimbote gracias al voto de la mayoría, una mayoría que suele equivocarse e impone su autoritarismo con sus decisiones sesgadas y convenidas.
Las preferencias electorales que tiene el triunvirato del mal refleja la doble moral que aflora en la sociedad peruana que exige a gritos destemplados transparencia, pero que tampoco se hace problemas al momento de “confiar” en alguien que tiene denuncias por haber hecho un mal uso de los recursos públicos.
Es similar cuando la gente despotrica de los medios de comunicación porque pasan muchos muertos, sin embargo cuando hay un accidente en la calle corre a mirar el cadáver y espera con ansias la hora del noticiero para ver la sangre.
Votar por ese trío implica carecer de valores y que para algunos la honestidad es como una alhaja sin mayor importancia.
Es una muestra de que a la gente le importa nada los antecedentes negativos del candidato que pronto tomará las riendas de su destino. Es increíble cómo algunas personas todavía prefieren la supuesta eficiencia por encima de la conducta intachable. Tal obnubilación política puedo entenderla en gente imposibilitada de tener acceso a la información, pero no en aquellos que cuentan con mayores herramientas cognitivas y tecnológicas para enterarse del pasado del aspirante a nueva autoridad.
Waldo Ríos (Puro Áncash) quiere ser presidente regional de Áncash, pero fue condenado por haber recibido dinero de la mafia fujimorista en los noventa. Victoria Espinoza (Río Santa Caudaloso) pretende ser nuevamente alcaldesa de Chimbote, sin embargo pesa sobre ella una denuncia por supuesta sobrevaluación de más tres millones de soles en la compra de los mal llamados “semáforos inteligentes”, el asfaltado del jirón Espinar que ejecutó en su gestión es una oda a la mediocridad (la empresa responsable empezó a trabajar antes de que se abrieran los sobres de la licitación) y mal invirtió más de 25 millones de soles en la construcción de un mercado fantasma.
Valentín Fernández (Vale Áncash) quiere regresar a la Municipalidad de Nuevo Chimbote, pero se fue del país ni bien perdió las elecciones en 2010 y dejó impagos a sus trabajadores que tanto lo defendían, en su gestión también se realizó un sospechoso robo a la base del Serenazgo y solía usar las cámaras de video – vigilancia para seguir a sus opositores.
Es una pena que luego de haber pasado por uno de los gobiernos más corruptos de nuestra historia todavía hay gente que piensa votar por gente que precisamente no tiene a la decencia como su mejor aliada.
Todos los candidatos ahora ríen y son generosos en público, pero cuando las cámaras se apagan muestran su verdadera personalidad de comandante mandón y autoritario.
“El hipócrita mide su generosidad por las ventajas que de ella obtiene, concibe la beneficencia como una industria lucrativa para su reputación. Antes de dar, investiga si su donación tendrá notoriedad”, dice José Ingenieros en El Hombre Mediocre. Totalmente cierto para muchos políticos actualmente en campaña. (Tomado de cuenta de facebook)
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