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viernes, 7 de noviembre de 2014



Día-Logos

¿Cómo explicar nuestra pasividad ciudadana?

El pragmatismo, el corto placismo, el oportunismo, el salvese quien pueda es la verdadera ideología brotada de la debacle de la supuesta ideología revolucionaria de los 80, prostituida a un aquelarre
 
El pueblo de Nicaragua padeció durante 10 años (1979-1989), de furor revolucionario mal encauzado, porque la dirigencia no estuvo a las alturas de las fuerzas desatadas. Fue como un poderoso resorte que saltó en las manos de un sorprendido enclenque que no sabía que hacer. Desde aquella fecha, hemos caído en un reflujo donde la aventura del cambio, del avance, de la necesidad de progresar y seguir adelante nos causa aversión y resistencia. Es la resaca revolucionaria del 79 y de parte de los 80.

Por eso preferimos lo esquemático, lo banal, lo conocido, lo repetido y repetitivo. Es mas cómodo.
Sucede que mientras admiramos y aplaudimos, echamos palmas a quienes aparecen como redentores para redimirnos de nuestras limitaciones, de nuestras insuficiencias, a pesar de ello, los crucificamos sin dudarlo. Pero también admiramos a los procónsules que nos ordenan fríamente, crucificarlos. Somos así  los mejores verdugos contra nuestros propios ideales y sueños.

El pragmatismo, el corto placismo, el oportunismo, el salvese quien pueda, es la verdadera ideología brotada de la debacle de la supuesta ideología revolucionaria de los 80, prostituida hoy en día a una especie de secta masónica, a un aquelarre.

Es mejor lo que nos evite pensar, reflexionar o requiera de algun tipo de esfuerzo.
Ya no queremos trabajar: creemos merecerlo todo regalado.
Ya no queremos estudiar; queremos a lo mucho un corta y pega.
Ya no queremos escribir: hacemos signos y usamos la onomatopeya.
No queremos hablar: balbuceamos o guardamos silencio.
La música que nos atrae es simple y rítmicamente monótona; mientras mas simpleza refleje, mejor.
No nos preocupa la belleza, sino lo ostentoso, lo brillante, lo que huela a nuevecito
No alabamos el esfuerzo, sino la vivianada
No nos preocupan los ladrones, los violadores, los cínicos, los oportunistas ni los tránsfugas: los tenemos de presidentes, diputados, magistrados, cardenales, obispos, dirigentes, presidentes de gremios, líderes.

Tenemos un pueblo muy joven, pero somos un país sin juventud.
De esa forma, de los deseos de un poder revolucionario, transformador, liberador, de los años 80, en este siglo XXI hemos caído a la práctica de un poder demagogo-populista, paternalista, clientelista, oportunista, a la aceptación de un poder político anti constitucional, sectario, excluyente, malabarista de la conciencia mágica de los sectores mas atrasados del pueblo, sus votantes. Un poder con visos dictatoriales, violentos y dinásticos, como el derrocado en 1979.

Pero somos los generadores de ese fenómeno, no necesariamente sólo sus víctimas: El dictador es la proyección mediante la cual nosotros mismos hacemos catarsis de nuestros deseos, frustraciones, miedos; es el súper héroe de nuestras propias insuficiencias.
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