"A los cuarenta", por Salvador del Solar
"La ilusión y ambición nos impulsan en nuestros veintes y treintas. Al llegar al cuarto piso nos topamos con la realidad"
- Salvador del Solar
- Columnista
- @saldelsol
Si llevas un tiempo ensombrecido entre el aburrimiento y la decepción; si te cuesta aceptar que no era más que de esto de lo que se trataba; si sientes a menudo que la vida sucede solo entre comillas; si hay veces en las que quisieras denunciar el fraude —o confesarlo—; si sientes miedo, rabia, vergüenza, ansiedad, pánico; si te pasa algo de esto o todo junto, es muy probable que estés atravesando tus cuarentas.
Se trata para muchos de la peor década de la vida. Y no son pocos los que necesitan de un suplemento antidepresivo para atravesar estas aguas sin naufragar. De hecho, un estudio realizado en 27 países europeos encontró que su consumo se incrementa en esta etapa hasta alcanzar su punto máximo hacia el final de los cuarentas.
Estos años no son así para todos, por supuesto. Pero son muchas las personas que lo pasan mal. El grupo demográfico con la tasa más alta de suicidios en los Estados Unidos, según información del 2012, es el de quienes se encuentran entre los 45 y los 54 años, informaba la semana pasada The Economist.
Se trata de una edad que plantea un desafío especialmente duro “porque es entonces cuando la gente cae en cuenta de que sus ambiciones de juventud nunca se harán realidad”. Parece una explicación razonable, aunque incompleta, pues abundan también quienes experimentan igual desasosiego a pesar de alcanzar las metas que se habían trazado.
Un interesante artículo de Jonathan Rauch en la revista The Atlantic recoge la teoría de que la satisfacción con la vida tiene directa relación con la edad. Estadísticas en diferentes continentes arrojan como patrón recurrente que la felicidad decae durante la adultez y llega a su nivel más bajo en algún punto entre los cuarentas y los primeros cincuentas.
La ilusión y ambición nos impulsan durante nuestros veintes y treintas. Pero al llegar al cuarto piso, ya con el tanque a medias, nos topamos con la realidad de nuestras limitaciones y la irrealidad de nuestras expectativas.
Comienzan a notarse las costuras del cuento que nos habíamos creído. Se hacen evidentes la escenografía, el triplay de las cosas, lo burdo de la broma. Y puede hacerse muy difícil continuar.
Pero el clima mejora al terminar de atravesar el valle. Los mismos estudios encuentran que a partir de los cincuentas la satisfacción con la vida vuelve a despegar y de hecho no decae más, mientras un mínimo de salud y suerte lo permitan.
A diferencia de lo que ocurre durante la juventud, la satisfacción con la vida parece depender menos de un futuro imaginado y suele alimentarse más de lo que el presente y las relaciones afectivas importantes tienen para ofrecer.
Los cuarentas pueden llegar a ser un tramo profundamente desalentador. Quizá sean también una curva sin la cual valoraríamos menos el resto del camino. Si estás en esos años, en el medio del túnel, ánimo. Dicen los rumores que la cosa mejora.
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