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viernes, 8 de marzo de 2013

Una mirada a la dialéctica vaticana

Durante semanas he mantenido silencio ­–al menos en este blog– sobre los acontecimientos que se viven en la Iglesia católica, porque, mientras la información no sea suficiente y el margen para especulaciones arbitrarias sea grande, es preferible callar o hablar poco y mejor aun no escribir.
Pero eso no significa cruzarse de brazos y esperar que los eventos sobrevengan sin algún anticipo razonable. ¿Qué es razonable anticipar en la víspera del cónclave?
Best friends
Creo que hasta el 28 de febrero operó en el Vaticano una dialéctica que ofrecía como términos en contradicción un papa llamado Benedicto XVI y un antipapa llamado Angelo Sodano. Esa tensión interna se convierte en guerra al menos desde setiembre de 2006, cuando Benedicto reemplazó a Sodano por Tarcisio Bertone en la Secretaría de Estado, y alcanzó niveles calamitosos desde la publicación, en 2012, de ‘Sua Santità. Le carte segrete di Benedetto XVI’, del periodista Gianluigi Nuzzi, libro que dio lugar al famoso ‘Vatileaks’.
La función de un antipapa es agudizar las contradicciones al punto de hacer inviable el gobierno del papa. Muchos analistas creen que la renuncia de Benedicto fue, en efecto, una claudicación ante los innumerables obstáculos que le puso Sodano. Pero creo que se equivocan. A mí me parece que la contradicción papa/antipapa aún no se ha resuelto. Todavía no hay un ganador.
Para empezar, la renuncia ha puesto en aprietos a Sodano, quien esperaba pacientemente que Benedicto muriese. No morir, sino solo renunciar tiene una fuerza enorme, porque la renuncia sacó a Benedicto de la sede, donde era muy vulnerable, y le permite seguir actuando junto con sus aliados tras bambalinas. Únicamente la muerte hubiera dañado la estrategia del papa y los suyos. Ahora ambos, papa emérito y antipapa, han pasado a ser las figuras ocultas, pero igualmente poderosas, de un conflicto que está por resolverse.
El interregno y la presencia en Roma de los cardenales ha re-configurado la dialéctica. Ahora la síntesis en riesgo no es la gobernabilidad de la Iglesia, que ha quedado transitoriamente asegurada, sino la improbable perspectiva de un nuevo papa y un nuevo secretario de Estado que trabajen en consonancia. Pero, ¿qué significa ‘consonancia’?
De esto, me parece, están hablando los cardenales en este mismo momento, hora de Italia. Es probable que estén negociando un papa ‘ratzingeriano’ y un secretario de Estado ‘sodanista’. Con Benedicto vivo y actuando como contrapeso del antipapa, es probable que se rompa el equilibrio a favor del nuevo papa, por lo menos hasta que alguno de los viejos contendientes sea recogido por su creador y transferido a donde sea que merezca vivir eternamente.
Y no hay que olvidar los conflictos externos. La opinión pública, católica y no-católica, espera un papa que inspire confianza y se ha señalado en la prensa, con nombre y apellido, quienes son los impresentables.  La ‘consonancia’ podría verse afectada por el factor publicidad al punto de tener que elegir a un papa sin antecedentes, pero con suficiente experiencia curial. Si es así, la paleta de papables se angosta porque ‘experiencia curial’ significa conocimiento detallado de la lucha de décadas entre Benedicto y Sodano.
Uno de los capítulos de esa saga, que pronto será de conocimiento público debido al juicio que corre en Rhode Island contra la Legión de Cristo, se remonta a las acusaciones mantenidas en reserva contra su fundador, Marcial Maciel Degollado. La versión de los partidarios de Benedicto es que Ratzinger sabía quién era Maciel, pero no podía actuar contra él, porque lo protegía Sodano, quien habría ocultado a Juan Pablo II quién era realmente ese dadivoso cuate.
Otro aspecto de la confrontación es el control del cuerpo diplomático. Desde 2007, Benedicto y Bertone han hecho sus mejores esfuerzos por colocar a los partidarios de la limpieza en puestos claves antes controlados por Sodano. Pero todo parece indicar que éstos nuevos diplomáticos son todavía cuatro gatos en medio de una congregación de viejos lobos. Por eso, a partir del 12 de marzo la expectativa estará puesta en cuál de los arreglos ya conversados obtendrá la mayor votación.
Se dice que hasta ahora va como favorita la combinación de un papa con cara de buena gente, amigo de Benedicto, y para secretario de Estado el cardenal Leonardo Sandri, brazo derecho de Sodano. Como diría mi madre: Dios nos coja confesados.
* * *
Para mí, la prueba más clara de que esta es la tensión previa al cónclave procede de los ‘Vatileaks’. Como se recordará, Nuzzi alega que aquellos documentos secretos fueron filtrados por una fuente colectiva auto-denominada ‘María’. Pues bien, ayer ‘María’ se ha vuelto a pronunciar y, para despistar, lo ha hecho en su diario de izquierda favorito, La Repubblica de Italia.
La intención de ‘María’ y de Nuzzi es la misma: sedimentar en la opinión pública la idea de que el villano de la película es Bertone. El mensaje a los cardenales electores es que el peor error de Bertone habría sido truncar la estrategia financiera que desde el IOR había perfilado Gotti Tedeschi, el histriónico banquero, cercano al Opus Dei, que decía que temía por su vida. Frente a la cuestión financiera, los otros graves casos de corrupción en la Iglesia pasan a segundo plano, ya sea el lavado de dinero, la pederastia, el encubrimiento o la violación del secreto de confesión.
Por la plata baila el mono. Y tiene que ser así, porque la bancarrota de la Iglesia es una amenaza real si no se toman medidas drásticas. Para Gotti Tedeschi era urgente configurar una administración central, desde Roma, de todos los bienes de la Iglesia que se encuentran esparcidos y sin control por el mundo. Tanto hostigaron los ‘sodanistas’ a Benedicto con el argumento de la bancarrota inminente, que en una ocasión el papa dijo, en plena crisis del IOR y para asombro de todos, que él preferiría una Iglesia pobre.

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