MENSAJE A LA NACIÓN II. QUERIDOS COMPATRIOTAS...
Por Frank Samaniego
A petición del Virrey, San Martín ordena a las guerrillas abrirle campo a los realistas para su huída al Cusco a través de Arenales. Así evitarían que las guerrillas indígenas ingresen a sangre y fuego, tal como lo hicieron en 1536 durante el cerco de Lima dirigido por Kisu Yupanqui, general de Manco Inca.
El 28 de julio la celebración fue al puro estilo virreinal, estaban los prelados de la Iglesia impuestos por Valverde y Luque, los titulados de Castilla, los oidores de la Real Audiencia, los regidores del Cabildo, el Conde de San Isidro, el Marqués de Montemira, el Conde de la Vega. Ese cortejo se desplazó solemnemente hasta el tabladillo de la Plaza Mayor, donde el generalísimo dio el discurso ya conocido invocando a la justicia, al pueblo y a Dios.
San Martín ratificó como autoridades a los realistas porque le estremecía el solo pensar la posibilidad de un resurgir del Perú profundo cuyo fundamentalismo le era tan indigerible como el rostro feroz de Túpac Catari. Por eso los dos primeros presidentes Riva Agüero y Torre Tagle mueren "vivando por España" uno en el exilio y el otro en el Real Felipe, para evitar la persecución de Bolívar que había traído el sistema capitalista inglés, el cual no encajaba en la cabeza feudal de nuestros primeros mandatarios.
Iniciada la República, los criollos en el poder, con su respectiva representación militar reconocerán el 28 de Julio como el "DÍA DE LA INDEPENDENCIA NACIONAL" cuando fue apenas un discurso vano que nos costaría tres años más de guerra; en todo caso el 9 de diciembre tendría más mérito. Huelga decir que San Martín no peleó ni una sola batalla porque quería ganarse a la aristocracia limeña; a pesar que el mercenario Cochrane, contratado por Chile, le propuso casi hasta el cansancio la necesidad de irrumpir de manera violenta para despertar a las masas, con el único objetivo de ver destruido Lima y Callao en beneficio de Chile y Valparaíso.Definitivamente la verdadera independencia aún no se logra. Y de lograrse se tendría que tirar abajo a casi todos los monumentos republicanos y, si bien, como dicen algunos, la tradición debe imponerse, entonces habría que flagelar primero a tanto cucufato que siga diciendo FELICES FIESTAS PATRIAS.
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