Olórtiga recuerda a Rosario Ponce, por Pedro Ortíz Bisso
Paul Olórtiga es inocente hasta que se pruebe lo contrario. Así a algunos les duela
- Pedro Ortiz Bisso
- Periodista
- @orbisa35
Paul Olórtiga. Su sola mención trae indefectiblemente al presente otro nombre: Rosario Ponce. Como ocurriera con la muchacha que se extravió con su enamorado en el Colca, hace más de tres años, el esposo de Edita Guerrero
ya ha sido acusado, vejado y sentenciado por la muerte de la cantante.
El pelotón de fusilamiento mediático ha sido inmisericorde.
¿Olórtiga es el asesino de Edita? Imposible señalarlo. No solo porque no ha habido un proceso judicial que lo determine, sino porque los indicios que lo incriminan hasta el momento tienen la consistencia de una gelatina sin cuajar.
La necropsia de los restos de la vocalista de Corazón Serrano, extrañamente hecha pública con el fiscal de la Nación presente, despierta dudas porque da cuenta de golpes que no fueron advertidos por la propia Edita, sus familiares y los médicos que la trataron durante su período de internamiento en una clínica piurana. Además, la tomografía que se le practicó en el nosocomio indicó la presencia de un aneurisma y no de huellas de una masacre, como el abogado de la familia Guerrero se apresuró en señalar.
En el melodrama que empezó a construirse a partir de una caótica –y sesgada– avalancha informativa, Olórtiga era el villano ideal. Infiel y golpeador, cumplía con los requisitos del marido asesino. Siguiendo la lógica CSI [o, si quieren, “La ley y el orden”], mató a su cónyuge tras una riña casera en la que se le pasó la mano.
La infidelidad y la violencia doméstica no construyen necesariamente un asesino. Quizás Olórtiga lo sea, pero mientras no lo determine la justicia, afirmarlo es una temeridad.
Al momento de escribir estas líneas, el odontólogo continúa prófugo luego de la orden de prisión preventiva dictada por la jueza que ve su caso. Curiosamente, quien reveló la decisión judicial fue Daniel Urresti, nuestro todoterreno ministro del Interior.
Con Martín Belaunde Lossio, el amigo del presidente, aún no habido, Urresti dejó de perseguir a carteristas y paqueteros para hacer el anuncio al país, como si Olórtiga fuera el enemigo público número uno de la sociedad.
En tanto, la maquinaria Corazón Serrano no se ha detenido. Sigue repletando los escenarios donde se presenta, tiene una miniserie en el aire, en dos canales de televisión se han organizado concursos para buscar a la reemplazante de Edita y un diario lanzó un álbum de figuritas del grupo.
¿Fue un aneurisma o la cantante murió víctima de los golpes de Olórtiga? Y si esto último ocurrió, ¿tanto poder tiene el odontólogo para lograr que los médicos de una clínica arriesguen su prestigio profesional y oculten las huellas de una golpiza? ¿Existe un real interés por saber qué ocurrió con Edita o esta no es más que una sórdida historia donde la tenencia de los hijos y el dinero tienen un lugar preponderante?
No recuerdo que los acusadores de Rosario Ponce le hayan ofrecido una disculpa luego de que fuera exonerada de la muerte de Ciro Castillo. Olórtiga es inocente hasta que se pruebe lo contrario. Así a algunos les duela.
¿Olórtiga es el asesino de Edita? Imposible señalarlo. No solo porque no ha habido un proceso judicial que lo determine, sino porque los indicios que lo incriminan hasta el momento tienen la consistencia de una gelatina sin cuajar.
La necropsia de los restos de la vocalista de Corazón Serrano, extrañamente hecha pública con el fiscal de la Nación presente, despierta dudas porque da cuenta de golpes que no fueron advertidos por la propia Edita, sus familiares y los médicos que la trataron durante su período de internamiento en una clínica piurana. Además, la tomografía que se le practicó en el nosocomio indicó la presencia de un aneurisma y no de huellas de una masacre, como el abogado de la familia Guerrero se apresuró en señalar.
En el melodrama que empezó a construirse a partir de una caótica –y sesgada– avalancha informativa, Olórtiga era el villano ideal. Infiel y golpeador, cumplía con los requisitos del marido asesino. Siguiendo la lógica CSI [o, si quieren, “La ley y el orden”], mató a su cónyuge tras una riña casera en la que se le pasó la mano.
La infidelidad y la violencia doméstica no construyen necesariamente un asesino. Quizás Olórtiga lo sea, pero mientras no lo determine la justicia, afirmarlo es una temeridad.
Al momento de escribir estas líneas, el odontólogo continúa prófugo luego de la orden de prisión preventiva dictada por la jueza que ve su caso. Curiosamente, quien reveló la decisión judicial fue Daniel Urresti, nuestro todoterreno ministro del Interior.
Con Martín Belaunde Lossio, el amigo del presidente, aún no habido, Urresti dejó de perseguir a carteristas y paqueteros para hacer el anuncio al país, como si Olórtiga fuera el enemigo público número uno de la sociedad.
En tanto, la maquinaria Corazón Serrano no se ha detenido. Sigue repletando los escenarios donde se presenta, tiene una miniserie en el aire, en dos canales de televisión se han organizado concursos para buscar a la reemplazante de Edita y un diario lanzó un álbum de figuritas del grupo.
¿Fue un aneurisma o la cantante murió víctima de los golpes de Olórtiga? Y si esto último ocurrió, ¿tanto poder tiene el odontólogo para lograr que los médicos de una clínica arriesguen su prestigio profesional y oculten las huellas de una golpiza? ¿Existe un real interés por saber qué ocurrió con Edita o esta no es más que una sórdida historia donde la tenencia de los hijos y el dinero tienen un lugar preponderante?
No recuerdo que los acusadores de Rosario Ponce le hayan ofrecido una disculpa luego de que fuera exonerada de la muerte de Ciro Castillo. Olórtiga es inocente hasta que se pruebe lo contrario. Así a algunos les duela.
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