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EDITORIAL: Lo que las cifras no muestran
Se inicia el 2013 con cifras macroeconómicas muy respetables.
¿Quién en el mundo no quisiera terminar con un superávit fiscal de
aproximadamente 2% del PBI, un balance comercial favorable, reservas
internacionales que alcanzan a aproximadamente 18 meses de importaciones
y una deuda pública externa de no más del 20% del PBI?
Estas
cifras son propias de un país del primer mundo y en una coyuntura
internacional diferente a la de la actual crisis global. Se trata,
además, de cifras macroeconómicas de crecimiento pero no de trabajo
decente. ¿De qué desarrollo estamos hablando, entonces?
Para avanzar hacia un desarrollo sostenible y hacer frente a la crisis no deberíamos oscurecer el panorama del futuro cercano que tendremos en el Perú en los próximos años. Esto ocurre cuando se anda a tientas y a ciegas en los asuntos cruciales de la nación, sujetos al piloto automático – aunque quieran negarlo – de los intereses corporativos privados.
Seguimos sin resolver las políticas relacionadas con nuestra matriz energética, por ejemplo. El pre-aviso realizado por el BCR sobre el hecho de que nos podemos quedar sin energía en los próximos 2 años y las idas y venidas del Poder Ejecutivo sobre el Gasoducto y la Petroquímica del Sur, son indicios del entrampamiento al que el país podría sujetarse en los próximos meses.
Por otro lado, el superávit fiscal del 2% tiene su contraparte en hechos tan relevantes como que la desnutrición infantil no ha decrecido sino, por el contrario, en algunas regiones ha aumentado; pero, también en la ausencia de inversiones públicas y privadas en proyectos estratégicos productivos en un escenario en que seguiríamos afrontando la apreciación de nuestra moneda, lo cual nos hará depender más de las importaciones y menos del desarrollo interno de la industria nacional, por mencionar dos temas.
No es que busquemos aguarle la fiesta a los agoreros del triunfalismo sobre el modelo económico; sin embargo, no podemos callar frente a una perspectiva que se avizora en el país. El potencial que debe desarrollarse con firmeza para llegar a un crecimiento económico y a un desarrollo estructural sostenido debe venir de la mano con la industrialización, la seguridad alimentaria, la seguridad energética, las obras de infraestructura en luz, agua, carreteras, puertos, aeropuertos, etc. y la priorización de la innovación tecnológica y la investigación científica que son elementos indispensables para enrumbarnos hacia un futuro con seguridad y eficiencia. Asimismo, no podemos continuar con los deficientes servicios en seguridad pública, en salud y en una educación que aún no es de calidad. La salud, educación y pensiones no son gastos, sino inversión en derechos universales.
Para tener un futuro con justicia social y calidad de vida es necesario invertir y redistribuir. Sin apostar por el cambio, el futuro de los peruanos no será sostenible. Volvamos, pues, a los cambios que la gran mayoría de peruanos ansía y merece.
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