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viernes, 25 de enero de 2013

Internacional Obama juramentó a segundo mandato con un discurso singularmente firme y progresista.

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El presidente de EE.UU. Barack Obama dijo que un país “no puede triunfar cuando a muy pocos les va muy bien mientras que a una mayoría cada vez mayor le va cada vez peor”.
Con la libertad de espíritu de quien no puede aspirar a otra reelección y la urgencia de construir un legado perdurable antes de que en dos años las elecciones para el Congreso lo conviertan en un presidente de salida, Barak Obama pronunció un memorable discurso de toma de posesión. Una alegría, serena en su euforia, era palpable en los concurrentes al acto del 21 de enero, aniversario de Martin Luther King Jr. y 50 años después de la marcha hacia Washington que selló la victoria del tema de los derechos civiles en Estados Unidos. Obama juró sobre las biblias de Lincoln y de King en los dos actos de toma de posesión (el domingo 20 para cumplir con la letra de la Constitución) y el lunes para celebrar los actos públicos.
Obama honraba de esa forma a las dos personas que más admira: Lincoln, por haber mantenido la unidad del país frente a la guerra civil; y King por haber puesto en el centro de las preocupaciones de Estados Unidos el tema de los derechos civiles y la justicia social.
En su discurso, que muchos catalogan como el más firme y progresista de los discursos de una toma de posesión presidencial, Obama enfatizó el legado de los “padres fundadores” de la república y acentuó la necesidad de alcanzar los fines de la república en la unión de todos. Esta vez no hubo el reiterado llamado a los acuerdos bipartidistas que tan escaso resultado le dieron en su primera presidencia.
Repitió reiteradamente el “Nosotros, el Pueblo” (“We the People”) de la Declaración de la Independencia para marcar lo que será el centro de sus preocupaciones: avanzar en el equilibrio fiscal sin que el costo deba ser logrado con el sacrificio de las redes de seguridad social y de las clases medias. Por el contrario, afirmó que la prosperidad que nacional se lograba con una pujante y creciente clase media, para agregar que un país “no puede triunfar cuando a muy pocos les va muy bien mientras que a una mayoría cada vez mayor les va cada vez peor”.
También mencionó, por primera vez en la historia, el tema del matrimonio homosexual como una necesidad derivada de la igualdad de derechos. Resaltó la necesidad de resolver el problema de la inmigración y afirmó que el cambio climático era un asunto que no quedaría sin respuestas.
En materia de política exterior afirmó que cree “que la paz y la seguridad verdaderas no requieren una guerra perpetua” y que “demostraremos el coraje de tratar de resolver nuestras diferencias con otras naciones pacíficamente, no porque seamos ingenuos sobre los peligros que nos acechan, sino porque creemos que el entendimiento puede eliminar de forma más duradera las sospechas y los miedos”. La promoción de la democracia sería así una tarea mundial. “Respondamos a la llamada de la historia e iluminemos el incierto futuro con la preciosa llama de la libertad” afirmó.
Para un sector importante de los republicanos, el discurso les sonó a un insulto por lo que consideran haber acomodado a los “padres fundadores” a la agenda izquierdista que Obama quiere avanzar. Otros, más realistas, saben que no pueden insistir con extremismos. Ya el líder de la mayoría republicana de la Cámara de Representantes, Eric Cantor, adelantó que no habrá conflicto para la aprobación del incremento del límite de la deuda, lo cual es un importante paso adelante. El conflicto se dará cuando se discuta el presupuesto.
Hasta ahora, Obama parece zarpar en un mar agitado pero sin los sobresaltos mayores que han inquietado a ciertos presidentes en sus segundos períodos. Él dijo estar familiarizado “con la maldición de los segundos períodos.” Esperemos que se cumplan sus previsiones pero los sobresaltos, la mayoría de las veces, son inesperados. Hasta tanto, los demócratas festejan. (Por: Luis F. Jiménez)
Fuente: Revista Caretas Edicion 3262

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