google42f3ca3d0a624984.html SIETE DIAS CASMA: ¿A qué le temen los jóvenes?

sábado, 14 de mayo de 2011

¿A qué le temen los jóvenes?


El dramaturgo Eduardo Adrianzén ha escrito una nota sobre su desconcierto ante la facilidad con la que los jóvenes han asimilado los argumentos políticos de cierto sector del país. A pesar de tener un mejor acceso a las herramientas del mundo globalizado en comparación con las generaciones anteriores, Adrianzén muestra su sorpresa ante la facilidad con la que los jóvenes de hoy creen ciegamente en este tipo de mensajes políticos emitidos a lo largo de la campaña. ¿A qué realmente le tienen miedo los jóvenes?, se pregunta, y apunta que su generación tuvo que afrontar y convivir con los problemas más graves del país de los últimos veinte años: el inicio de Sendero, el sida, la hiperinflación, el fujishock, el fraude y la corrupción.

Y ante esto, Adrianzén señala: “Me alucina escuchar a jóvenes entre 19 y 30 años, que toman su combi y buscan chamba honradamente, hablar igualito a los terratenientes expropiados por la reforma agraria. Y no se ofendan, pero poner el pecho (o el voto, que es igual) para defender a Cipriani, Martha Chávez, la Cuculiza, Carlos Raffo y Rafael Rey, me parece contranatura tratándose de un joven. Más si bastan 3 minutos en Internet para enterarse de sus prontuarios: menos de lo que dura una canción en YouTube”.

Aquí la nota publicada en su cuenta de Facebook.
¿A qué repámpanos le tendrán tanto miedo algunos jóvenes?

A mí, entre mis 16 y mis 28 años, me tocó el inicio de Sendero y la guerra interna, los toques de queda, el sida, la hiperinflación de Alan, el fujishock del 90 y el posterior autogolpe de Estado el 92. Ya de treintón, me tocó la megacorrupción, el fraude y la lucha por sacarnos a la mafia de encima. Para hacerla corta, digamos que recién después del 2001 pude sentir que nuestro país podía aspirar a ser algo más que una tragedia detrás de otra. Por eso creo que los veinteañeros de hoy son afortunados: se salvaron de una juventud llena de muertos, como la que me tocó. No solo eso: viven -vivimos, pues uno tiene que entrarle al tema o ya fue- conectados al mundo y relacionados en la aldea global. Por eso hoy suena casi inverosímil decir “no sabía” o “yo creí que…” o “me dijeron”, cuando tenemos a mano toda la información necesaria en un click. Como que ser ingenuo ya implica ganas de serlo y auto-declararse un lúser de campeonato.
Será por eso que me sorprende que tantos jóvenes que supuestamente tienen acceso a la información, se hayan declarado presas de un miedo pánico infantil cada vez que les hablan de la necesidad de mejorar y cambiar ciertas cosas a nivel social y político. Me sorprenderá, por ejemplo, que muchos sean tan dóciles y mansitos para obedecer a su abuelito PPK cuando les mande votar por KF “en nombre de la democracia”, sin querer darse cuenta de que, con eso, les está mandando a votar por el “pensamiento” Kenji, por el Opus Dei (sí: ese que condena el sexo sin matrimonio y no permite que las chicas usen minifalda, ni los hombres bermudas en la universidad) y por todos los que sueñan con meterlos a hacer el servicio militar. Me sorprende también que muchos jóvenes, que con tanto esfuerzo ahorran para comprarse una lata de pintura para sus grafitis, de pronto sean los más ardientes defensores de que los dueños de la banca, la minería y las grandes corporaciones, puedan comprarse más casas en Eisha y no se priven de sus vacaciones en EEUU cada vez que les dé la gana. Me parece marciano que les hayan hecho creer que el archineoliberalismo es sagrado y blindado, y que todo lo que ose cuestionarlo es el cuco, el monstruo o el hombre lobo que se los llevará al infierno de Cuba o Venezuela para que se los coman crudos. Y más bizarro aún: que de tanto miedo que les siembran, algunos repitan como loritos (sin haber leído ni una palabra de esa época) “no queremos que vuelva Velasco”, igual a las abuelitas pitucas, que chillaban porque en ese tiempo se dijo que los indios también eran personas. Me alucina escuchar a jóvenes entre 19 y 30 años, que toman su combi y buscan chamba honradamente, hablar igualito a los terratenientes expropiados por la reforma agraria. Y no se ofendan, pero poner el pecho (o el voto, que es igual) para defender a Cipriani, Martha Chávez, la Cuculiza, Carlos Raffo y Rafael Rey, me parece contranatura tratándose de un joven. Más si bastan 3 minutos en Internet para enterarse de sus prontuarios: menos de lo que dura una canción en YouTube.
Además, ¿acaso a los jóvenes les sobra el trabajo, las oportunidades y la chamba, y sienten que hoy todo es perfecto, como para defender a muerte que todo se congele y siga como está, sin la menor posibilidad de cambio o mejora? Claro, salvo que se piense que “mejorar”, es recibir una limosna de arroz y atún empaquetada desde San Isidro por las Chinas Tudelas. El miedo inculcado por los medios de comunicación pagados por los eternos dueños de la marmaja, les taladra tanto la cabeza que los hace afirmar que, si no entra KF y su camarilla mafiosa noventera con su papito incluido (levante la mano el ingenuo que se trague el cuento de que “no lo va a liberar”) vendrán los comunistas y les expropiarán hasta su iPod… cuando basta que lean un poco en Internet (y no Perú 21, ni ver a Bayly) para entender que es imposible por 100 razones que aquí pase lo mismo que en Venezuela. Que ser globalizado y moderno, sirva para mirar un poco más allá del chicote y la rodillera.
En suma, me resisto a aceptar que muchos jóvenes prefieran defender mafiosos que solo buscan ser aún más ricos a sus costillas. Y está bien que antes les haya gustado los ppkuyes y bailaran con ellos… ¿pero eso significa que también piensan como cuyes, y son tan miedosos como el pobre animalito que se resigna a ser devorado por los más fuertes? Estoy seguro de que no. Porque Kenji -y su perro- NO los representan. ¿O sí?

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