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sábado, 6 de abril de 2013

Nacional El servicio militar está en cuestión, pero lo que no se sabe es que son las mujeres las que más se enrolan en el Ejército.

¿Reclutas? Ellas

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Reclutas del Batallón de Comandos 503 del Ejército en pleno ejercicio matutino en el cuartel “Las Palmas” de Chorrillos.
María Elizabeth Martínez (19) nunca antes había gatillado un arma. Ahora porta un FAL y su puntería es casi perfecta. Diez disparos, diez impactos en el blanco.
Martínez aprendió las tácticas de los francotiradores tras 12 meses de servicio militar en el Batallón de Comandos 503 del Ejército. Y todavía está a la mitad de su formación.
Proviene de una familia humilde de San Juan de Lurigancho. La última fotografía antes de su reclutamiento voluntario la muestra como una colegiala con trenzas.
“Pero incluso entonces ya soñaba con el uniforme camuflado”, dice.
Tuvo que lidiar con el estupor de su madre y las quejas de sus amigos antes de enrolarse al Servicio Militar Voluntario (SMV).
Desde entonces madruga para trotar e instruirse en las técnicas del soldado de infantería experto en el camuflaje y el tiro al blanco.
El caso de la recluta Martínez es un ejemplo de la singular paradoja del servicio militar en el Perú.
El déficit de la tropa en el Ejército es de 18,000 hombres, pero la curva va en el sentido opuesto en el caso de las mujeres.
Hace 10 años las reclutas mujeres del Ejército sumaban 330. La cifra escalonó luego a 636 y este año ya son 1,253 conscriptas.
Con el sorteo a realizarse en mayo, como parte de la nueva Ley de Servicio Militar, se espera que las cifras aumenten aún más.

EL ENTRENAMIENTO

“Comparadas con los hombres que desertan, ellas son mucho más agresivas y determinadas”, señaló a CARETAS el coronel Jorge Reyes, jefe de la Dirección de Información del Ejército (DIE). El entrenamiento, por cierto, es igual de riguroso que el de los varones: desde las elementales ‘ranas’ hasta las técnicas de supervivencia.
La diferencia es que ellas no pasan las noches en los cuarteles militares. Hacen sus mochilas a las 5 de la tarde y pegan la vuelta a casa.
Retornan al rayar el alba.
“Gracias a la experiencia en milicias de otros países hemos aprendido que esto es lo más sano para evitar actos impropios de la convivencia entre soldados hombres y mujeres”, apuntó Reyes.
Es el caso norteamericano. El secretario de Defensa, Leon Panetta, presentó ante el Congreso de EE.UU. un informe en el que se revelan 80 casos de abuso sexual contra soldados mujeres en las academias militares de dicho país, en 2012.
Pero la recluta Araceli Rocca (23) alega que nada de eso ocurre en Chorrillos. “No existe el abuso. Jamás nos han tocado”, afirma.
Ella era ambulante en el Mercado Central de Lima y sostiene que el entrenamiento castrense le ha dado otro rumbo a su vida.
Las reclutas perciben un salario mensual de 250 soles y otros beneficios adicionales como el programa Beca 18 para financiar su educación en institutos superiores y universidades.
Se les concede, además, facilidades para que postulen directamente a la Escuela Técnica y a la Escuela Militar de Chorrillos.
Para algunas esto es secundario.
“Nunca pregunté por los beneficios ni por los horarios”, remata Araceli. “Lo hice por vocación. Esto no es un juego” (Álvaro Arce)

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