Respeto, tolerancia y pluralismo
Martes, 07 de octubre de 2014 | 4:30 am
Cuando el otro no opina o no vota como yo quisiera.
El artículo de Steven Levitsky, publicado el domingo en esta página, constituye una contribución valiosa para entender la elección del mismo día, con resultados imposibles de encajar dentro de una sola visión y que responden a los problemas e idiosincrasia de cada zona.
Más allá de eso, el artículo ayuda a la construcción de una sociedad en la que exista respeto, tolerancia y pluralismo, lo que no significa, en modoalguno, dejar de defender la ley y principios en los que uno cree.
El planteamiento del artículo es que el ciudadano peruano no es estúpido y que el desprecio al electorado, cuando no nos satisface su decisión a través del voto, no solo es poco liberal sino nada democrático.
Agrega que, antes de vilipendiar al votante cuando este opta por rutas distintas a las que uno prefiere, es mejor profundizar en el análisis sobre por qué la gente vota como vota, lo cual es fundamental en un país diverso, desigual y heterogéneo como, sin duda, es el Perú.
Es una reflexión que está en línea con el estupendo libro de Alberto Vergara, Ni amnésicos ni irracionales: las elecciones peruanas de 2006 en perspectiva histórica –publicado en 2007–, el cual demuestra que los electores peruanos tienen una lógica en su voto de acuerdo con sus demandas, tradiciones, etc.
Esto ayudaría a que muchos limeños pudieran, al menos, entender por qué los cajamarquinos reeligieron a Gregorio Santos a pesar de la mochila que carga, o se comprenda por qué Madeleine Osterling casi gana con un lema que implícitamente planteaba un ‘San Isidro para los sanisidrinos’, que se parecería a un ‘Cajamarca para los cajamarquinos’.
Sin embargo, entender por qué, en determinadas localidades, las preferencias del electorado pueden ir por caminos como esos, no debe implicar, por supuesto, aceptar y tolerar planteamientos que algunos candidatos realicen y con los cuales uno está en contra, como, por ejemplo, la exclusión, el racismo, la corrupción, el roba pero hace obra, la violación de derechos humanos, el despilfarro de recursos públicos regalándolos al elector, o el ataque a la libertad de invertir mientras se cumplan las reglas establecidas.
Más allá de la defensa de fundamentos como esos, con los cuales se debiera ser realmente intolerante y frente a los cuales no debiera haber transacción, es importante entender que tu verdad puede ser distinta de la mía, y que pensar distinto no es herejía que deba ser combatida con prácticas del Tribunal de la Santa Inquisición, lo cual encaja con la aspiración que muchos peruanos tenemos de construir una sociedad en la que exista respeto, tolerancia, pluralismo, y libertad de pensamiento.
El artículo de Steven Levitsky, publicado el domingo en esta página, constituye una contribución valiosa para entender la elección del mismo día, con resultados imposibles de encajar dentro de una sola visión y que responden a los problemas e idiosincrasia de cada zona.
Más allá de eso, el artículo ayuda a la construcción de una sociedad en la que exista respeto, tolerancia y pluralismo, lo que no significa, en modoalguno, dejar de defender la ley y principios en los que uno cree.
El planteamiento del artículo es que el ciudadano peruano no es estúpido y que el desprecio al electorado, cuando no nos satisface su decisión a través del voto, no solo es poco liberal sino nada democrático.
Agrega que, antes de vilipendiar al votante cuando este opta por rutas distintas a las que uno prefiere, es mejor profundizar en el análisis sobre por qué la gente vota como vota, lo cual es fundamental en un país diverso, desigual y heterogéneo como, sin duda, es el Perú.
Es una reflexión que está en línea con el estupendo libro de Alberto Vergara, Ni amnésicos ni irracionales: las elecciones peruanas de 2006 en perspectiva histórica –publicado en 2007–, el cual demuestra que los electores peruanos tienen una lógica en su voto de acuerdo con sus demandas, tradiciones, etc.
Esto ayudaría a que muchos limeños pudieran, al menos, entender por qué los cajamarquinos reeligieron a Gregorio Santos a pesar de la mochila que carga, o se comprenda por qué Madeleine Osterling casi gana con un lema que implícitamente planteaba un ‘San Isidro para los sanisidrinos’, que se parecería a un ‘Cajamarca para los cajamarquinos’.
Sin embargo, entender por qué, en determinadas localidades, las preferencias del electorado pueden ir por caminos como esos, no debe implicar, por supuesto, aceptar y tolerar planteamientos que algunos candidatos realicen y con los cuales uno está en contra, como, por ejemplo, la exclusión, el racismo, la corrupción, el roba pero hace obra, la violación de derechos humanos, el despilfarro de recursos públicos regalándolos al elector, o el ataque a la libertad de invertir mientras se cumplan las reglas establecidas.
Más allá de la defensa de fundamentos como esos, con los cuales se debiera ser realmente intolerante y frente a los cuales no debiera haber transacción, es importante entender que tu verdad puede ser distinta de la mía, y que pensar distinto no es herejía que deba ser combatida con prácticas del Tribunal de la Santa Inquisición, lo cual encaja con la aspiración que muchos peruanos tenemos de construir una sociedad en la que exista respeto, tolerancia, pluralismo, y libertad de pensamiento.
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