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jueves, 6 de diciembre de 2012

6 de diciembre de 2012

El regalo navideño como acto político

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Socióloga. Dirección de Calidad de Proyectos de Fundación Casa de la Paz.
La ciudad se va cubriendo progresivamente de blanco, rojo, dorado y nieve falsa. No hay rincón que no nos recuerde que ya hay que empezar a comprar los regalos de navidad. Y por más que el regalo lo hagamos con todo el amor del mundo, es innegable es que es una época donde el consumo es el amo y señor, trayendo en muchos casos estrés y endeudamiento. Según un estudio de la  Universidad Central del 2009 “El 40 % de los chilenos gasta entre cincuenta y cien mil pesos por el mejor regalo de navidad, el cual generalmente es para sus hijos o nietos. Además, para obtener dicho regalo navideño, el estrato social alto gasta un porcentaje bajo del ingreso familiar en estas fiestas, mientras que el estrato medio y bajo pueden llegar a gastar más del cien por ciento del ingreso mensual”.
Sin menospreciar el significado personal que cada uno le da al regalo, desde otro punto de vista podemos decir que el acto de regalar no es inocente. El acto de conseguir el regalo y de regalar tiene consecuencias. Esto se aplica a los otros actos de consumo, pero cobra mayor fuerza en cuanto es un acto de intercambio público en una fecha ícono.
Si compro a un pequeño productor o comerciante, a un artesano, o si fabrico mis propios regalos, lo que comunico es radicalmente diferente: Le digo al destinatario del regalo que “otro tipo de regalo es posible”, que no necesita endeudarse para hacerme feliz, que valoraré mucho la dedicación y la creatividad en un próximo presente.
En primer lugar tiene una consecuencia concreta en el ecosistema: con mayores o menores daños, ninguna producción es inocua. La ropa que lleva puesta o el computador en el que está leyendo esta columna, necesitaron de un proceso extractivo, o tuvieron que viajar grandes distancias para llegar a su destino final, generando un enorme gasto energético. A estos costos para el ecosistema se suman los costos sociales que puede tener un proceso productivo; donde los casos más extremos implican incluso vulneraciones a los derechos humanos, como por ejemplo, los objetos generados en base a trabajo infantil.
En segundo lugar, que es donde me interesa detenerme: el regalar tiene consecuencias en cuanto acto de comunicación, por lo tanto, como constructor de cultura.
Pero, ¿Qué comunicamos cuando regalamos? A nivel micro: al destinatario del regalo (además del significado personal), le doy un mensaje sobre qué es y de qué magnitud es esperable un regalo entre los dos, sentando un precedente dentro de la relación y dentro del grupo social específico en que se inserte dicha relación. Y a nivel macro, a la sociedad en general le estoy diciendo qué bienes y servicios yo valoro más y, por lo tanto, que bienes deben ser parte de nuestra economía.
Estas consecuencias de comunicación (efectos culturales), son muy diferentes de acuerdo al regalo que regalemos. Si me permiten polarizar, podemos decir que:
Si compro la mayoría de mis regalos en una gran tienda de retail, cuyo dueño es un importante empresario, le comunico a la clase política que apoyo el sistema económico que defienden y que tampoco me importa mucho la equidad, porque estoy dispuesto a darle mi plata al que más tiene. También le digo a los grandes medios que su mensaje me llegó fuerte y claro. Y le digo a quien le regalo, que me gustaría un regalo con características similares en la próxima ocasión…  volviendo nuevamente al inicio del ciclo.
Por el contrario, si compro a un pequeño productor o comerciante, a un artesano, o si fabrico mis propios regalos, lo que comunico es radicalmente diferente: le digo al destinatario del regalo que “otro tipo de regalo es posible”, que no necesita endeudarse para hacerme feliz, que valoraré mucho la dedicación y la creatividad en un próximo presente. Le digo al artesano o pequeño productor que su trabajo es bello e importante y que por lo tanto continúe con él. Le digo a los grandes medios de comunicación, que no han logrado convencerme y que tengo acceso a otro tipo de ideas e información. Le digo a la clase política y empresarial que estoy harta de la inequidad, que prefiero gastar mi dinero donde falta, no donde sobra.
Sí, comprar de manera sustentable se convierte en una verdadera odisea cuando no tenemos tiempo y además estamos invadidos de estímulos para comprar a los mismos de siempre. Pero a pesar de eso existen algunas alternativas que podríamos comenzar a explorar: como visitar ferias de comercio justo o comprarle a algún amigo que fabrica algún producto artesanal, o bien regalos que en sí mismos son más sustentables, como plantas, música en vivo, alimentos orgánicos, etc.
Se trata de una invitación a no comenzar a comprar sin antes haber pensado qué consecuencias quiero que tengan mis regalos. Con un regalo sustentable, promuevo un cambio cultural, que progresivamente va teniendo modestos pero importantes efectos a la forma en la que articulamos nuestra economía. Regalar es también un acto político, donde es posible ejercer el rol de consumidor, sin desconocer el de ciudadano.

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