Internacional
El Pesebre y la Pólvora
Veinte niños de entre 6 y 7 años murieron en la masacre de Newtown. Es el segundo peor tiroteo de la historia de EE.UU.
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La iglesia de Saint Rose of Lima (Santa Rosa de Lima), en Connecticut, permanece en vigilia desde que Adam Lanza, un muchacho de 20 años, abrió las puertas del infierno a menos de un kilómetro de ahí el último viernes 14.
A esa distancia se encuentra la escuela primaria Sandy Hook, en Newtown, escenario del segundo peor tiroteo de la historia de los Estados Unidos.
Después de haber registrado un solo homicidio en 10 años, la pacífica localidad de Newtown, pequeño enclave de 27,000 habitantes en la región de Nueva Inglaterra, ha sido remecida por este sangriento episodio en el que perdieron la vida 27 personas y que ha causado conmoción mundial porque 20 de ellas eran niños.
Los menores asesinados tenían entre 6 y 7 años y presentan más de 3 impactos de bala cada uno, según los reportes policiales.
Los asesinatos masivos en Estados Unidos suman 60 en los últimos 30 años según el portal norteamericano Mother Jones, y está claro que la permisividad norteamericana en materia de posesión de armas es el terrorífico telón de fondo.
Pero el mundo se pregunta aún qué llevó a Adam Lanza a cometer esta mortífera masacre en un colegio de niños. ¿Por qué ese lugar?
MENTE CRIMINAL
Adam Lanza, el asesino, era un fantasma en Newtown, un pueblo del tamaño de Chancay y fundado en 1705.Muy pocos vecinos del tranquilo barrio de clase media-alta Yogananda habían reparado en ese muchacho escuálido y pálido que residía desde hace 20 años en la casa signada con el número 36.Carecía de amigos, de perfiles en las redes sociales e incluso su fotografía no aparece en el anuario de su promoción, la clase 2010 del Newtown High School. Su Alma Mater.
Era maniático de los videojuegos, retraído pero hábil y una preocupación constante de su madre, Nancy Champion, de 52 años.
Versiones periodísticas indican que Ryan Lanza (24), hermano mayor de Adam, confesó a la Policía que este padecía de problemas mentales. Algunos especularon que sufría del síndrome de Asperger, una forma leve de autismo; otros de esquizofrenia.
Solitario y ensimismado, Adam Lanza afrontó el duro proceso de separación de sus padres en 2009 y la partida de su hermano Ryan que dejó Newtown para estudiar en la Universidad Privada Quinnipiac, en el pueblo de Hamdem, en Connecticut.
Su padre, Peter Lanza, se mudó a Stamford, donde contrajo este año un nuevo matrimonio. Trabaja en la General Electric.
Nancy Champion no era profesora de Sandy Hook, como se especuló en un primer momento. Su ex cuñada, Marsha Lanza, precisó que solo había “ejercido en una ocasión de ayudante escolar”.
Para algunos, era una mujer entrañable y sobreprotectora de Adam. Otros la veían como una coleccionista excéntrica de armas.
Marsha Lanza declaró a la NBC que Nancy era una “prepper” (preparada), es decir, alguien que se alista para sobrevivir y defenderse en caso de que llegue el apocalipsis o suceda cualquier catástrofe mundial, sobre todo este viernes 21 de diciembre.
Había adquirido legalmente varias armas y solía practicar en la Fundación Nacional de Deportes de Tiro de Newtown.
“Nancy se preparaba para salvar a Adam de cualquier catástrofe”, dijo Marsha. No imaginó que su propio hijo desataría una hecatombe.
EL HORROR
La temperatura bordeaba los 3 °C, la mañana del viernes 14, cuando Adam Lanza, con insólita frialdad, emprendió en su propia casa la macabra tarea para despedirse sangrientamente de este mundo.Echó mano a la colección de armas de su madre y escogió una pistola suizo-alemana semiautomática Sig Sauer de 9 mm; una austriaca Glock automática de 10 mm y un rifle Bushmaster AR-15 de 223 mm, con munición de calibre 5,56 mm. Un arma de asalto militar.El reloj marcaba las 9 a.m., cuando Adam Lanza le descerrajó cuatro tiros en la cabeza a su madre Nancy mientras esta dormía.
Inmediatamente después cargó las armas en su coche y recorrió los 8 kilómetros que separaban la escuela Sandy Hook de su casa.
Como ex alumno es posible que conociera alguna gente allí, pero aún se desconoce por qué escogió este lugar para dejar su oscura huella en la historia.
El colegio cuenta con 626 alumnos matriculados y ofrece servicio de guardería. El asesino rompió fuego contra los cristales del colegio para poder ingresar. Eran aproximadamente las 9 y 30 a.m.
La directora, Dawn Hochsprung, estaba a punto de empezar una reunión cuando escuchó un ruido ensordecedor. Mary Sherlach, la psicóloga de la escuela, corrió despavorida detrás de ella.
Sus cuerpos acribillados fueron encontrados en el pasadizo.
Lanza se abrió paso a través de dos salones, donde disparó a quemarropa contra profesores y escolares. Todas las víctimas recibieron entre 3 a 11 impactos de bala, primero a larga distancia y luego de remate, según el médico forense H. Wayne Carver.
Las ráfagas de metralletas habrían provenido del fusil Bushmaster.
El cuerpo de Anne Marie Murphy (52), profesora de educación especial, fue descubierto en una de las aulas abrazando a varios niños también acribillados.
Kaitilin Roig (29) impidió que el homicida matara a sus 14 pupilos encerrándolos en el baño y trabando la puerta con una estantería.
En otro punto del colegio, Victoria Soto, de 27 años y de origen puertorriqueño, se apresuró a ocultar a los suyos en los roperos del gimnasio y regresó a la clase para distraer al tirador.
Cuando este inquirió por ellos, Soto respondió que era la hora del ejercicio. Adam Lanza abrió fuego contra ella, matándola.
El asesino de 20 años descargó unos 100 tiros antes de suicidarse, lo que hizo tan pronto como escuchó las sirenas de los patrulleros.
Murieron en total 12 niñas, 8 niños y 6 mayores. Los 5 minutos que duró la masacre fueron para Newtown el fin del mundo.
LLUVIA DE BALAS
La tragedia disparó inevitablemente una ráfaga de llamados para que el presidente norteamericano Barak Obama aborde el control de armas, tema sensible que evitó durante su primer mandato. La permisividad norteamericana en materia de posesión de armas es una vieja historia y a través de los años la Asociación Nacional del Rifle (NRA en inglés), que representa a la industria de armamentos, logra frenar cualquier legislación que establezca mayores controles (CARETAS 1565 y 1972).Como resultado, EE.UU. tiene un índice de asesinatos de 5.5 por 100,000 vs 2 en Canadá y 1.4 en el Reino Unido, países parecidos y con presupuestos policiales importantes.
Es significativo lo que ocurrió en otras partes de EE.UU. un día antes de la matanza: legisladores de Michigan pasaron por encima de las objeciones de los Consejos Escolares del estado y aprobaron una ley que permite a las personas portar armas ocultas en los colegios.
A principios de semana, un Tribunal Federal de Apelaciones revocó una prohibición para cargar armas ocultas en Illinois. Y las autoridades de Florida anunciaron con no poca fanfarria que pronto emitirían “la millonésima licencia para portar armas ocultas”.
Hasta finales de noviembre pasado, el FBI había registrado 16 millones de trámites para portar armas, todo un récord histórico.
La adicción a la pólvora entre los norteamericanos se ve reflejada en las 30,000 muertes al año –incluidos los 14,000 suicidios– por armas de fuego. En total, un millón de fallecidos desde 1968.
Los partidarios de las armas de fuego, que son una amplia mayoría entre demócratas y republicanos, justifican su posición en la defensa de la Segunda Enmienda de la Constitución que admite el derecho del pueblo a dotarse con armas de fuego.
En un artículo publicado en The New Yorker, la profesora de la Universidad de Harvard, Jill Lepore, recuerda que el espíritu de desconfianza hacia el Estado ha llevado a muchos ciudadanos norteamericanos a asumir ellos mismos las responsabilidades de proteger a sus familias, como ocurrió con Nancy Champion.
Pero –como lo señala el diario El País de España– “fue la irrupción de la NRA en la política lo que llevó las cosas hasta el punto en el que hoy están”.
La NRA es hoy la organización que más dinero gasta en campañas políticas y que más influencia tiene en el Congreso (ver recuadro).
En el Perú, por cierto, los colegios no están exentos de violencia. El viernes 14, el mismo día de la matanza de Connecticut, cinco forajidos armados irrumpieron en el colegio Virgen del Rosario, en Puente Piedra, secuestrando a 160 alumnos.
Los delincuentes se llevaron S/. 10,000, pero afortunadamente no hubo víctimas que lamentar. Otros sucesos parecidos, siempre ligados a la delincuencia común, se han registrado a lo largo del año.
La facilidad para obtener armas marca la diferencia con EE.UU., según Freddy Vásquez, psicólogo del Instituto de Salud Mental Honorio Delgado-Hidayo Noguchi.
En dicho país, cualquier asesino en potencia puede comprar una pistola en una tienda con su licencia de conducir y sembrar la muerte, como lo hizo el enigmático Adam Lanza en Sandy Hook.
Al cierre de esta edición, el martes último, un hombre armado, aún no identificado, perpetró una nueva matanza en la ciudad de Longmont, en Colorado. Cuatro personas fueron asesinadas a balazos. El asesino, al igual que Lanza, se pegó un tiro en la sien.
Y aún quedan 300 millones de armas en los hogares de Norteamérica.
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