Un testaferro es quien presta su nombre en un contrato, pretensión o negocio, escrito o de palabra, que en realidad es de otra persona; y desde luego también está obligado a poner la cara.
En todos los países han existido y existen dentro del ámbito del poder, gran cantidad de testaferros que lucran en nombre de funcionarios públicos que son los que negocian, con su cargo de privilegio, y propician leyes que les sirven para especular y ganar mucho dinero, sin tener en cuenta los intereses de los ciudadanos.
Es un trabajo bien remunerado pero muy duro, porque exige ir contra la naturaleza y acallar la voz de la conciencia.
Por lo general, este rol se presta a actividades marginales, o sea fuera de la ley, para múltiples propósitos. El más común es la evasión de impuestos, pero también es utilizado para realizar actividades públicas sin ser reconocidos, o para comprar o vender propiedades que no figuren a su nombre en casos de divorcios, separaciones o fallecimientos; o para especular en la bolsa de comercio con dinero de otros, para poder seguir trabajando estando inhabilitado legalmente, etc.
La personalidad de un testaferro tiene sus características propias. Por lo general se trata de individuos que tienen la suficiente flexibilidad como para adoptar el rol de otro y comportarse como si fuera esa persona.
Un buen actor podría ser un buen testaferro, aunque para desempeñar este papel es mejor mantener un perfil bajo.
Durante la segunda guerra mundial, en Estados Unidos hubo una “caza de brujas” o sea una persecución comunista, que estaba representada por una comisión del gobierno que se dedicaba a investigar la vida de personajes del mundo artístico, como escritores, actores, directores, etc.
Su tarea consistía en comprobar su presunta participación en actos subversivos al sistema y obtener datos sobre sus relaciones, instigándolos en los interrogatorios a denunciar a sus familiares o amigos, un poco para justificar su trabajo y al mismo tiempo demostrar que dichas operaciones eran útiles.
Muchos actores y escritores conocidos y de larga trayectoria quedaron sin trabajo y algunos hasta se suicidaron. La película de Woody Allen, “El testaferro” describe muy bien esta situación y muestra las distintas actitudes que adoptan las personas según su situación y sus propias convicciones.
En la película, unos escritores, impedidos de trabajar, necesitan un testaferro; y encuentran a un triste personaje gris que se desempeña como cajero pero deseoso de progresar y de hacer otra cosa; y le proponen poner su cara y su nombre a sus producciones literarias.
Con esta identidad falsa, cada una de sus experiencias va modificando sus circunstancias que le proporcionan algunos sinsabores propios de la fama y también muchas ventajas, principalmente económicas.
Es un sujeto que no se compromete, no le interesa la política y sólo quiere mantener su status y mejorar cada día.
Los investigadores registran a su amante, que participa activamente de actividades subversivas, y lo involucran a él citándolo para declarar.
El suicidio de un actor cómico que él apreciaba le afecta considerablemente a pesar de su decidida postura acomodaticia.
Durante el interrogatorio final, surge su verdadera identidad y también su conciencia.
Es interesante observar cómo la vida muchas veces nos pone a prueba cuando nos sentimos cómodos y con la vaca atada, porque es común que sucedan hechos que la desaten.
Un ejemplo fue Yabrán, personaje conocido en Argentina, como gran filántropo, empresario exitoso, de familia ejemplar, que aparentemente se suicidó en circunstancias poco claras después que se descubrieron actividades ilícitas en su empresa que estimo aún hoy no se han comprobado completamente.
La mafia italiana en los Estados Unidos son ejemplos claros que la figura del testaferro ha sido utilizada en forma habitual en negocios marginales, mientras los verdaderos responsables gozaban de excelente reputación e impunidad por sus delitos y crímenes.
viernes, 12 de marzo de 2010
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