LA HAYA Y CHILE: LA HORA DEL REALISMO
Aclaración necesaria:
Asumo que la posición peruana ante La Haya es legal y legítima. Pero
ante el posible escenario bélico, considero que nada, absolutamente
nada, es peor que un enfrentamiento armado de corta o larga duración. El
área en controversia alberga riquezas, seguro que sí, pero ninguna
riqueza justifica la posible muerte inútil de peruanos o chilenos, ya
que un escenario bélico nos haría retroceder en todo sentido.
Como señala Oswaldo de Rivero (Quehacer 186, La controversia de La Haya vista por estrategas chilenos), el panorama frente al desenlace en La Haya es complicado y puede desembocar en una situación imprevista para el Perú, con una agresión bélica relámpago chilena. Varios hechos evidencian que Chile lo estaría preparando. Una de las preguntas que emana del texto es la que debemos analizar. ¿Para qué país resultaría menos traumático reconocer un fallo desfavorable en La Haya?, ¿para el Perú que tiene sólo expectativas sobre el mar en disputa, o para Chile que ejerce soberanía y aceptar el fallo significaría “mutilar” parte de su territorio?
El análisis de De Rivero que emana del razonamiento de los estrategas chilenos deriva en que Chile no aceptará un fallo desfavorable a sus intereses y por ello Piñera viene acentuando su retórica en ese sentido, y el ejército chileno ensayando prácticas amenazantes en la frontera norte de su país. Mi diferencia radica en la salida que se propone para desentrampar el asunto. De Rivero sostiene que la situación de nuestras FFAA no da para resistir una ofensiva relámpago y menos para sostener una confrontación bélica; en esa situación y dada la imposibilidad de equiparar nuestras FFAA a las chilenas, De Rivero sostiene que no hay otra opción que adquirir armamento suficiente para disuadir un ataque, desde el supuesto que Chile no se arriesgará a una acción que le implique bajas significativas.
¿Asunto jurídico o geopolítico?
Mi perspectiva difiere de la planteada en el sentido siguiente. Creo que la sociedad peruana está más preparada para aceptar un fallo desfavorable que la chilena, ya que el área marítima en disputa no está incorporada en nuestra soberanía e imaginario; pero no creo que el camino a seguir sea el de entrar en una carrera armamentista al menos disuasiva, debido a que distraeríamos enormes recursos económicos y dejaríamos de lado temas cruciales que hoy se expresan en el país, además de reavivar un sentimiento supuestamente patriótico con la siempre exquisita excusa del enemigo externo (independientemente de que este, como es claro, existe). La salida es distinta, pero requiere de una calma y proyección pocas veces vista en el país; pero antes de señalarla, algunos datos más.
De Rivero informa la visión de algunos estrategas chilenos: “…Perú se equivoca al creer que la controversia con Chile es jurídica cuando es geopolítica, y además con graves repercusiones… y recomiendan sacar al Perú de su eufemismo jurídico… a través de un dialogo franco… en un sinceramiento para lograr beneficios mutuos sin ceder soberanía…” En ese contexto los estrategas chilenos reconocen que fue un error que Chile se haya negado a negociaciones directas, lo que llevó a Perú a litigar en la Haya, y aciertan cuando afirman que este tema más que jurídico es geopolítico; además se abre una posibilidad negociadora cuando se refieren a lograr beneficios mutuos (de otra índole).
Este escenario llevaría a Chile a proponernos antes del fallo una negociación directa basada en la realidad de los hechos; es decir, ellos ejercen la soberanía sobre el territorio en disputa y es necesario reconocerlo. Teniendo en cuenta los vientos de guerra que podrían llevarnos a una espiral impensada con un gobierno peruano dirigido por militares y con un 2013 electoral en Chile, y a una nueva humillación bélica, de consecuencias inimaginables para la moral del país y para nuestra propia noción de nación, es necesario que empecemos a ponderar seriamente la posibilidad de llegar a una negociación que evite que ambas naciones terminen desgarradas moral, humana y materialmente por el fallo.
¿Vale la pena una guerrita?
Lamentablemente dado el desequilibrio militar esa negociación, como señala también el artículo de De Rivero, no sería sobre el mar en disputa (acaso sí sobre una mínima parte del área reclamada), sino un reconocimiento peruano de la inviabilidad de su pretensión jurídica; esta hipótesis debe ser puesta sobre el escenario ahora mismo, para sobre la base de la imposibilidad material y militar de recuperar la soberanía (¿alguna vez la ejercimos realmente?) generar una estrategia que nos permita obtener concesiones relevantes en otras áreas que sean de aceptación práctica; y acaso una porción del área en disputa que al menos facilite la pesca.
¿Merece la pena enfrascarnos en una carrera disuasiva y barajar la posibilidad de al menos un conato bélico que avivaría los odios más enquistados entre chilenos y peruanos por un espacio marítimo que no cambiará el destino del Perú?, ¿merece la pena tirar por la borda lo cicatrizado desde la guerra, alterar además la economía del país y exponer a los cientos de miles de peruanos en Chile a una situación incierta? Todo ello es necesario considerar, independientemente de tener presente lo que Chile hizo al país, que desde todo punto de vista es y seguirá siendo inaceptable e inmoral, siendo nuestra obligación como peruanos tener la historia siempre presente; pero el desarrollo de los países (y la vida de su gente) requiere también dosis elevadas de realismo.
Por otro lado De Rivero sostiene que el Perú de la escena internacional, llámese Consejo de Seguridad de la ONU, no tiene mucho que esperar, ya que esta instancia a lo más llamaría a las partes a lograr una negociación directa para superar el impase; agrego yo: es muy probable que los demás países de la región opten por la neutralidad, ya que de darse un conato bélico las versiones oficiales serán absolutamente contrapuestas. Es decir, como el 1879, nadie va a venir corriendo a salvarnos u obligar a Chile a entregar el mar en disputa.
Pragmatismo y antichilenismo
Reconózcanoslo, en nuestro país existe una activa industria que vende mucho: el antichilenismo, que se alimenta de obvias razones históricas y ahora comerciales. Este corriente tiene bases sobre las cuales desarrollar su retórica; políticos y medios la utilizan indistintamente, y claro, quién podría cuestionar la “maldad natural” de los chilenos que antes nos hicieron una guerra para quedarse con parte de nuestro territorio y ahora desde sus negocios nos siguen desplumando. El asunto, creo yo, es que en el primer caso fue nuestra falta de cohesión (un botón: gente dando vivas al ejército chileno a su ingreso a Lima), y en el segundo nuestro poco tino para atraer inversiones lo que permite los abusos de los negocios chilenos en el país. Ello no quiere decir que las intensiones de Chile sean santas, pero sí que nuestra responsabilidad es evidente.
Llegó la hora de ser pragmático, en el más útil sentido de la palabra, para buscar evitar antes que nada una agresión militar chilena seguida de nuestra respuesta, que dado el desequilibrio bélico nos llevaría muy probablemente a una humillación inaceptable, que como señala De Rivero (aunque desde otra interpretación de la salida) no haría que mereciéramos celebrar nuestros doscientos años como Estado y Nación.
El realismo hoy no favorece nuestras pretensiones sobre un espacio marítimo que no cambiará el destino del país. Al contrario, si llegamos a una negociación, poniendo la paz (la paz de verdad, no la paz producto de una guerra) regional por delante, podríamos estar en buen pie para incorporar temas energéticos, pesqueros, comerciales, de integración, de defensa de nuestros compatriotas (derechos sociales) y capitales en Chile, de cumplimiento cabal del tratado de Ancón. La patria no puede ponerse en riesgo desde el chovinismo y la facilidad de entrar una espiral pseudo nacionalista. ¿No fue un acto pragmático el que nos libró para siempre de la constante tensión en la frontera norte con Ecuador, independientemente de quien fue presidente en ese momento?
Alexandro Saco
Como señala Oswaldo de Rivero (Quehacer 186, La controversia de La Haya vista por estrategas chilenos), el panorama frente al desenlace en La Haya es complicado y puede desembocar en una situación imprevista para el Perú, con una agresión bélica relámpago chilena. Varios hechos evidencian que Chile lo estaría preparando. Una de las preguntas que emana del texto es la que debemos analizar. ¿Para qué país resultaría menos traumático reconocer un fallo desfavorable en La Haya?, ¿para el Perú que tiene sólo expectativas sobre el mar en disputa, o para Chile que ejerce soberanía y aceptar el fallo significaría “mutilar” parte de su territorio?
El análisis de De Rivero que emana del razonamiento de los estrategas chilenos deriva en que Chile no aceptará un fallo desfavorable a sus intereses y por ello Piñera viene acentuando su retórica en ese sentido, y el ejército chileno ensayando prácticas amenazantes en la frontera norte de su país. Mi diferencia radica en la salida que se propone para desentrampar el asunto. De Rivero sostiene que la situación de nuestras FFAA no da para resistir una ofensiva relámpago y menos para sostener una confrontación bélica; en esa situación y dada la imposibilidad de equiparar nuestras FFAA a las chilenas, De Rivero sostiene que no hay otra opción que adquirir armamento suficiente para disuadir un ataque, desde el supuesto que Chile no se arriesgará a una acción que le implique bajas significativas.
¿Asunto jurídico o geopolítico?
Mi perspectiva difiere de la planteada en el sentido siguiente. Creo que la sociedad peruana está más preparada para aceptar un fallo desfavorable que la chilena, ya que el área marítima en disputa no está incorporada en nuestra soberanía e imaginario; pero no creo que el camino a seguir sea el de entrar en una carrera armamentista al menos disuasiva, debido a que distraeríamos enormes recursos económicos y dejaríamos de lado temas cruciales que hoy se expresan en el país, además de reavivar un sentimiento supuestamente patriótico con la siempre exquisita excusa del enemigo externo (independientemente de que este, como es claro, existe). La salida es distinta, pero requiere de una calma y proyección pocas veces vista en el país; pero antes de señalarla, algunos datos más.
De Rivero informa la visión de algunos estrategas chilenos: “…Perú se equivoca al creer que la controversia con Chile es jurídica cuando es geopolítica, y además con graves repercusiones… y recomiendan sacar al Perú de su eufemismo jurídico… a través de un dialogo franco… en un sinceramiento para lograr beneficios mutuos sin ceder soberanía…” En ese contexto los estrategas chilenos reconocen que fue un error que Chile se haya negado a negociaciones directas, lo que llevó a Perú a litigar en la Haya, y aciertan cuando afirman que este tema más que jurídico es geopolítico; además se abre una posibilidad negociadora cuando se refieren a lograr beneficios mutuos (de otra índole).
Este escenario llevaría a Chile a proponernos antes del fallo una negociación directa basada en la realidad de los hechos; es decir, ellos ejercen la soberanía sobre el territorio en disputa y es necesario reconocerlo. Teniendo en cuenta los vientos de guerra que podrían llevarnos a una espiral impensada con un gobierno peruano dirigido por militares y con un 2013 electoral en Chile, y a una nueva humillación bélica, de consecuencias inimaginables para la moral del país y para nuestra propia noción de nación, es necesario que empecemos a ponderar seriamente la posibilidad de llegar a una negociación que evite que ambas naciones terminen desgarradas moral, humana y materialmente por el fallo.
¿Vale la pena una guerrita?
Lamentablemente dado el desequilibrio militar esa negociación, como señala también el artículo de De Rivero, no sería sobre el mar en disputa (acaso sí sobre una mínima parte del área reclamada), sino un reconocimiento peruano de la inviabilidad de su pretensión jurídica; esta hipótesis debe ser puesta sobre el escenario ahora mismo, para sobre la base de la imposibilidad material y militar de recuperar la soberanía (¿alguna vez la ejercimos realmente?) generar una estrategia que nos permita obtener concesiones relevantes en otras áreas que sean de aceptación práctica; y acaso una porción del área en disputa que al menos facilite la pesca.
¿Merece la pena enfrascarnos en una carrera disuasiva y barajar la posibilidad de al menos un conato bélico que avivaría los odios más enquistados entre chilenos y peruanos por un espacio marítimo que no cambiará el destino del Perú?, ¿merece la pena tirar por la borda lo cicatrizado desde la guerra, alterar además la economía del país y exponer a los cientos de miles de peruanos en Chile a una situación incierta? Todo ello es necesario considerar, independientemente de tener presente lo que Chile hizo al país, que desde todo punto de vista es y seguirá siendo inaceptable e inmoral, siendo nuestra obligación como peruanos tener la historia siempre presente; pero el desarrollo de los países (y la vida de su gente) requiere también dosis elevadas de realismo.
Por otro lado De Rivero sostiene que el Perú de la escena internacional, llámese Consejo de Seguridad de la ONU, no tiene mucho que esperar, ya que esta instancia a lo más llamaría a las partes a lograr una negociación directa para superar el impase; agrego yo: es muy probable que los demás países de la región opten por la neutralidad, ya que de darse un conato bélico las versiones oficiales serán absolutamente contrapuestas. Es decir, como el 1879, nadie va a venir corriendo a salvarnos u obligar a Chile a entregar el mar en disputa.
Pragmatismo y antichilenismo
Reconózcanoslo, en nuestro país existe una activa industria que vende mucho: el antichilenismo, que se alimenta de obvias razones históricas y ahora comerciales. Este corriente tiene bases sobre las cuales desarrollar su retórica; políticos y medios la utilizan indistintamente, y claro, quién podría cuestionar la “maldad natural” de los chilenos que antes nos hicieron una guerra para quedarse con parte de nuestro territorio y ahora desde sus negocios nos siguen desplumando. El asunto, creo yo, es que en el primer caso fue nuestra falta de cohesión (un botón: gente dando vivas al ejército chileno a su ingreso a Lima), y en el segundo nuestro poco tino para atraer inversiones lo que permite los abusos de los negocios chilenos en el país. Ello no quiere decir que las intensiones de Chile sean santas, pero sí que nuestra responsabilidad es evidente.
Llegó la hora de ser pragmático, en el más útil sentido de la palabra, para buscar evitar antes que nada una agresión militar chilena seguida de nuestra respuesta, que dado el desequilibrio bélico nos llevaría muy probablemente a una humillación inaceptable, que como señala De Rivero (aunque desde otra interpretación de la salida) no haría que mereciéramos celebrar nuestros doscientos años como Estado y Nación.
El realismo hoy no favorece nuestras pretensiones sobre un espacio marítimo que no cambiará el destino del país. Al contrario, si llegamos a una negociación, poniendo la paz (la paz de verdad, no la paz producto de una guerra) regional por delante, podríamos estar en buen pie para incorporar temas energéticos, pesqueros, comerciales, de integración, de defensa de nuestros compatriotas (derechos sociales) y capitales en Chile, de cumplimiento cabal del tratado de Ancón. La patria no puede ponerse en riesgo desde el chovinismo y la facilidad de entrar una espiral pseudo nacionalista. ¿No fue un acto pragmático el que nos libró para siempre de la constante tensión en la frontera norte con Ecuador, independientemente de quien fue presidente en ese momento?
Alexandro Saco
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