¡Demos vida a la Asamblea Pastoral Diocesana 2014!
Chimbote en Línea (Cuestión de fe) 1. Esta asamblea tiene lugar, cuando en la Iglesia Católica soplan vientos de renovación y esperanza. El Papa Francisco logra comunicar, con gestos y palabras, su sueño a muchísima gente en y fuera de la Iglesia: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación” (EG 27).
Este enfoque marca también las Conclusiones de la XXXI Asamblea Pastoral de la Diócesis de Chimbote. “No dejemos pasar ese momento. La Iglesia hoy está urgida a salir al encuentro, a ser solidaria, a dialogar con los hombres y las mujeres que conviven con nosotros en esta gran urbe…Ahora, cuando llegue el momento de emprender un nuevo año pastoral, conviene que todos nos sintamos corresponsables”.
2. Recordemos que las conclusiones de la Asamblea Pastoral deben inscribirse y verificarse en el contexto político, social y cultural que nos rodea. No podemos ignorar la corrupción que socava nuestras instituciones; no podemos ser indiferentes a la inseguridad ciudadana que tiene su causa más honda en la falta de oportunidades de pan, educación y salud para todos; el crecimiento económico del país no logra la efectiva inclusión social.
El Papa Francisco diría que hay que involucrarse en estas realidades (Cf. EG 24). Recalcan las conclusiones de la Semana Pastoral: “Somos Iglesia…continuación y prolongación del misterio de la Encarnación, de una nueva presencia evangelizadora de Jesús en este tiempo que nos toca vivir”.
3. Nuestra conversión personal se impone como condición indispensable para un renacimiento eclesial. Reconozcamos en nuestro comportamiento actitudes que no son inspiradas por el Evangelio, que no construyen comunidad cristiana y que empobrecen la convivencia humana. De vez en cuando y de repente al iniciar un nuevo Año Pastoral, debemos tener el coraje de meditar los fundamentos de nuestra libertad en Gálatas 5, 13-26: ¡Optemos por los frutos del Espíritu y no por los frutos del pecado!
En el Nº 11 de las Conclusiones nuestro Obispo hace una advertencia seria: Nos queda ahora la tarea, a mí como pastor, con los sacerdotes, religiosos, religiosas y diáconos, acompañar, iluminar y alentar esa tarea, y también asumir ciertas concreciones pastorales que dependen mucho de nosotros; recordemos que si no nos involucramos personalmente en los acuerdos pastorales diocesanos, terminaremos frenando el impulso y el entusiasmo de nuestras comunidades zonales, parroquiales y decanales, marginándolos de la vida diocesana.
4. Nuestra conversión personal esté al servicio de la deseada conversión pastoral. Al respecto en las Conclusiones de la Asamblea Pastoral se entrelazan de una manera fecunda exigencias formuladas en el documento de Aparecida y señaladas en “La Alegría del Evangelio”.
El Proyecto de Renovación Diocesana opta por comunidades cristianas que lúcidamente y solidariamente se sitúan en su tiempo y su realidad, que se ayudan mutuamente a entender los signos de los tiempos y a acoger la luz del Evangelio, que celebran con alegría y gratitud la presencia del Señor en la Eucaristía y practican esa “fe activa en la caridad” en las realidades de su mundo.
La Asamblea Pastoral lo recuerda de muchas maneras y nuestro Obispo insiste diciendo: “Esto es lo que quiero para nuestra Diócesis, para que aunando trabajos y esfuerzos en pos de objetivos comunes, logremos caminar en la construcción de una verdadera pastoral orgánica y dinámica: esta es fruto de consensos, de colaboración y de unidad de criterios”.
5. Es motivo de mucha alegría y esperanza que la primera acción pastoral significativa de la Diócesis en 2014 nos convoque al inicio de la cuaresma para una Fiesta de la Reconciliación. Conviene celebrar con todas sus exigencias la reconciliación en todos los estamentos, en todas las comunidades e instituciones de las Diócesis. Nos conviene hacernos en Cristo “creaturas nuevas” (Cf. 2 Cor 5, 16-21).
Reconciliarse significa introducir en las vivencias interpersonales, comunitarias, sociales, políticas y eclesiales algo nuevo, una nueva oportunidad. Nunca odios, resentimientos y complacencia en el sufrimiento del adversario deben llegar a marcar nuestra identidad.
Luchemos como cristianos y en nuestra Iglesia para que Cristo sea el polo de comunión obligatoria y respetemos nuestras diferencias. “No es apostar por un sincretismo ni por la absorción de uno en el otro, sino por la resolución en un plano superior que conserva en sí las virtualidades valiosas de las polaridades en pugna… La diversidad es bella, cuando acepta entrar constantemente en un proceso de reconciliación, hasta sellar una especie de pacto cultural que haga emerger una diversidad reconciliada…” (Cf. EG 228 y 229).
(Publicado en Mar Adentro, febrero 2014)
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