Alejados del problema de la DINI y de Adrián Villafuerte
Tras corroborarse en distintos artículos periodísticos que la acusación de Rospigliosi no sustentaba en los hechos un seguimiento y espionaje a personajes políticos -entre ellos, él mismo-, queda puesta en duda la autoridad de quienes acusan aquello que sería un problema real: la DINI y Adrián Villafuerte.
Publicado: 14 junio, 2013
Le dieron la palabra a Rospigliosi y denunció con el
énfasis que lo distingue. El 'analista político' no cesó de acusar al
gobierno por realizar "reglajes" contra los opositores políticos y
periodistas.El caso de los agentes en el "Parque del Amor" fue el supuesto indicio para demostrar, digámoslo de un modo figurado, la punta del iceberg del inicio de una maquinaria de seguimiento y vigilancia.
Sin embargo, tal como lo informaron autoridades de la Policía Nacional y el mismo ministro del Interior, Wilfredo Pedraza, a quienes, en realidad, se estaban siguiendo y vigilando eran a colombianos sospechosos de extorsión, y no a Gino Costa, ni al mismo Rospigliosi.
El argumento previo para creerle era que si fue alguna vez ministro de Interior, él debía tener fuentes confiables para afirmar que la DINI se estaba repotenciando, con la finalidad de investigar y seguir a aquellos personajes que debilitan la actual gestión.
Nadie quiere otro periodo con figuras de escuela montesinista detrás de los telones del show gubernamental. Y ese miedo, la necesidad de la primicia, el resabio de su autoridad y el "liderazgo" para acusar confabuló para confiar en la verosimilitud de su versión.
Gustavo Gorriti, en su artículo "Los superagentes del 'Parque del Amor'" (publicado en Caretas), desbarata esa acusación de reglaje contra él porque no se sostiene en los hechos, además realiza una aclaración conceptual entre 'reglaje' y una 'Ovise' (leer artículo), y esto último es lo que se ejecutó. Asimismo, afirmó algo que parece ser el punto por donde cojea el periodismo:
Afirmar e informar erróneamente no solo provoca escándalos artificiales y arruina investigaciones necesarias, sino socava las muy necesarias investigaciones al poderPor su parte, Rebeca Diz, en su artículo "Ahí está el detalle" (publicado en la revista Hildebrandt en sus trece) critica, con cierto sarcasmo, al mayordormo que pidió al serenazgo que intervenga a los sospechosos de seguimiento en el parque.
Diz sostiene que existen "omisiones calculadas" en su versión de los hechos y en cómo construye "sin lograr dar una explicación coherente" la identificación de lo irregular en ellos.
Estos casos son una sinécdoque de la realidad política y social que quiere imaginarse desde los miedos y malas experiencias del peruano, y también con cinismo.
Todo esto pasará con el orgullo del emblema de más vale prevenir que lamentar. Y el periodismo en el Perú -la valentía de unos pocos por cierto, solo de unos pocos- ha ayudado a desmoronar la corrupción y las prácticas nocivas en el Estado y los gobiernos.
No obstante, en casos como éste, queda un mal sabor en la boca que los comunicadores han aprendido a tragarse y seguir con su trabajo, sin ninguna reflexión sobre el medio para el que trabajan, ofreciendo el contenido que sea más reactivo -bajo un horizonte de expectativas que sirve como herramienta para ello- a lectores y televidentes. Es un problema cuando ponen sobre un pedestal -cómo lo focalizan- una versión que nunca fue confirmada, y que no podía ser confirmada, por una responsabilidad con las fuentes.
Si en realidad las acusaciones de Rospigliosi tienen asidero, y estamos viéndolas con un Adrián Villafuerte que posee una jerarquía que no le corresponde, y empiezan a mezclarse las funciones y tareas dentro de un mismo aparato de inteligencia y gobierno, lo que sucedió con la historia del mayordomo Wímber Rodríguez y que fue utilizado por el exministro del Interior como indicio para corroborar su acusación, nos aleja totalmente de conocer si es posible lo que está sucediendo realmente con la DINI y con Adrian Villafuerte.
Estos dos últimos artículos solo están centrados en las fuentes y los indicios de la acusación, y en criticarlos, uno de manera más sensata que otro. Ahora el foco se fue hacia otro lado, y volver a denunciar o acusar con pruebas dudosas sobre este asunto que todavía no se esclarece es dar cierta autoridad al Gobierno para decir "¿Me vienen otra vez con las mismas? Si ya acusaron y ya se comprobó, a través de la misma prensa, que no era lo que denunciaron".
Y entonces la verosimilitud de las versiones -que pudieron haber tenido un real impacto a favor de la democracia y la honestidad- se vuelve una pequeña riña de argumentos ad hominem: Rospigliosi nunca ha estado de acuerdo con el gobierno de Humala, porque él apoyó a Keiko desde antes; también, el mayordomo nos cuenta una "surrealista versión" que no tiene ni pies ni cabeza y además tiene antecedentes penales. Es decir, como buscar el centro de un fruto, y solo quedan gajos.
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